Se va Gil, pero quedan muchos Gilbertos. Giles por miles, diría Trespatines, que a esta altura ya no tuviera ruedas en sus pies.
La revolución cubana se ha convertido, además de una cefalea para la que no hay medicamentos, en un problema semántico, y más que a la ONU o a cualquier otra organización política internacional, debería analizarse en la Real Academia de la Lengua Española. Cuando se dice “situación coyuntural”, están queriendo decir “hemos metido la pata hasta la cintura”. Si en la tele mencionan la metáfora Diazcanélica “resistencia creativa”, están dando un grito de alarma que se traduce como “arréglatelas como puedas” o en la poética de Cervantes “aguántate de la brocha, que te quito la escalera”.
En esa materia, la palabra “futuro” significa “incertidumbre”. Y si mencionan “continuidad” es que la cagazón no termina, ni terminará. A los pobres se les dice ahora “sectores vulnerables”. “Mercado informal” es “bolsa negra”, “canasta familiar normada” se llama ahora a la libreta de abastecimientos (desabastecidos) de toda la visa, y “Noticiero Nacional de Televisión” es el eufemismo con el que se nombra la fábrica de mentiras. Aunque hoy nadie puede definir a ciencia cierta cómo se llamará el conjunto de medidas extremas y urgentes con las que pretenden salvar lo que se pueda salvar del naufragio: Paquete o paquetazo. Paquetes, las orientaciones del Partido Comunista y todos los delirios de Fidel Castro. Paquetazo es lo que llevan metiendo desde 1959.
Es tan metafórico el lenguaje alcanzado en Cuba, fundamentalmente en la jerga de los dirigentes, que pocos días antes de que lo rebajaran con berbiquí y lo agujerearan con chaveta, el ministro “Alejandro Gil Fernández, dijo que en febrero arrancarían los planes del régimen para “redimensionar” el mercado cambiario”. Suena parecido al otro término, “monetizar”, que terminó por desconflautar una economía ya desconflautada en un país de desconflautadores.
Lo mismo sucede con el término “bancarización”, que en cubano repa (o sea de los repartos marginales) se traduce como “se jodió el dinero, caballero”. Tal vez por eso desde mucho antes, el Delirante en jefe había lanzado para la eternidad su frase “Nuestras prostitutas son las más cultas del mundo”, como orientando a la policía para que no las hostigara, pues ellas lo enseñaban todo si se ensañaban, y eran de las pocas que entenderían cuando la isla comenzara a ir a la deriva.
Otro regalo lingüístico del compañerito Hipólito Alejandro, nacido en Birán, fue para explicar que la isla estuvo a un pelo de un desastre nuclear tan grave como el de Chernobil, cuando expresó: “He cometido errores, pero ninguno estratégico, simplemente táctico. No tengo ni un átomo de arrepentimiento de lo que hemos hecho en nuestro país”. Y era cierto. Jamás se arrepintió de destrozarlo y hundirlo. Y no hay un átomo de nada en ningún municipio por lejano que esté.
Para subrayar la vigencia del apóstol a través del tiempo, el Encargao Díaz-Canel habló de “el longevo José Martí”, cuando el pobre Pepe llegó a los 42 años a duras penas. Y también ha dicho, con sublime inspiración, para recalcar la entrega y la fidelidad de Cuba a otras causas, que “reitera la incontondicional soliaridad”. De modo que los dirigentes del proceso revolucionario cubano han aportado, no a la economía, ni al bienestar, sino al lenguaje, mucho, muchísimo. Es como decir que han aportado aportes.
Pero volvamos al paquete. O en su lugar, al paquetazo. Parece una solución desesperada y tal vez por eso se ha pospuesto, como mismo se ha pospuesto en Cuba, desde 1959, todo lo bueno, lo que pudiera hacer feliz al cubano que no sea una recarga, un dinero que le envían del extranjero o la visita de un familiar. Por esa razón el incansable Puesto a Dedo, intentando suavizar el efecto de lo que venía como un meteorito sobre la nación, dijo que sabía que el paquetazo iba a ser duro, pero necesario. Una metáfora que podría expresarse martianamente diciendo que “El paquetazo es duro, pero es nuestro paquetazo”.
En ese interín, tal vez para afilarle más las puntas al paquete que le van a introducir al habitante de la isla por salva sea la parte, hicieron “guardia vieja” y chapearon algunos ministerios. El primero en caer fue el ministro de la distorsión, uno de los más entusiastas de todas las últimas novedosas medidas y de los términos que las anunciaban.
La noticia del frenazo pareció frenar el pánico, y lo hizo público. “El Gobierno cubano aplazó la subida de los precios de venta de la gasolina y diésel, así como la dolarización parcial de su comercialización, la medida estrella del paquetazo económico que ha generado enorme repudio entre los habitantes del país”. Una viceministra apareció en la televisión anunciando un problema conspiranoico casi mesozoico y estrambótico.
La compañera de Economía y Planificación “aseguró que el aplazamiento se debe “un incidente de ciberseguridad en los sistemas informáticos para la comercialización de los combustibles”. No es un pájaro, no es un avión, y tampoco Supermán, es “un virus desde el exterior”, asunto sobre el que las autoridades están haciendo “una investigación”.
Todo parece entonces seguir igual, pero eso no se queda así: se hincha. Las crisis, cuando no se solucionan, se ahondan o se agrandan, que es como si uno dijera que se agravan. Sin liquidez para ningún líquido y con poca solidez para solidificar lo que se desmorona, la distorsión cubana parece no tener solución. Llámese paquete o paquetazo, la solución más a mano son dos opciones: o te vas, o te mueres. Y como normalmente los culpables de que todo ande así tan mal son los que más ganas tienen de vivir, y se vuelven reacios a abandonar su espacio terrestre, a quienes toca cantar el manisero es a los más vulnerables, es decir los cándidos que todavía quedan, que suelen ser los más honrados y sinceros. Para ellos, como otro paquetazo de emergencia, se aprobó la ley de la eutanasia, que no es precisamente lo que les aplicaron a Tony La Guardia, al general Arnaldo Ochoa y a muchos más.
Pero eso conlleva también otra dificultad: En Cuba se aplicará la eutanasia cuando el Gobierno considere que están creadas todas las condiciones, tras la aprobación en diciembre de la nueva Ley de Salud Pública que reconoce el derecho de las personas a una muerte digna. Mientras, se seguirá utilizando el suicidio, que es un método más barato, práctico y directo.
Aunque no está lejos el día en que el gobierno y el partido lancen una campaña para alcanzar la eutanasia feliz, la más eficaz del planeta. Usted se sienta a esperar que llegue la canasta básica o que bajen los precios para comer, o a pensar cómo comprar comida con lo que le dan de retiro y la eutanasia no demora.
O desaparecer definitivamente cuando suceda el paquetazo.