AREQUIPA, Perú – La loma del Pan de Matanzas, imponente elevación de 381 metros, está envuelta en la mística leyenda prehispánica de Baiguana, una hermosa joven transformada en piedra.
Aunque la Historia no revela quién escaló por primera vez esta colosal cumbre, la más alta del territorio matancero, se registra que el marino gallego Sebastián de Ocampo, encargado del bojeo a Cuba en 1508, fue el primer europeo en divisarla.
Desde 1570, la elevación lleva su actual denominación, cuando el Gobernador de la Isla, en una carta dirigida a la Metrópoli, anunció la instalación de atalayas para vigilar las costas desde el Mariel hasta el Pan de Matanzas.
Este coloso natural también desempeñó un papel crucial en momentos históricos, como cuando, el 5 de junio de 1762, la armada inglesa del Almirante Sir George Pocock se orientó por el Pan durante la toma de La Habana.
En 1828, el monarca Fernando VII otorgó la concesión para el escudo de armas de la ciudad de Matanzas, incluyendo la icónica elevación. A lo largo del siglo XIX, el Pan de Matanzas fue testigo del cimarronaje y apalencamiento de esclavos, quienes encontraron refugio en sus bosques y cuevas.
El ingenio El Pan, ubicado en la base de la serranía, fue escenario del entierro del soldado español Gabriel Palmer en 1896, según consta en acta.e
Además, la zona sirvió de refugio para el Regimiento de Infantería del Ejército Libertador Tiradores de Maceo y fue base de operaciones del Mayor General Pedro Betancourt. La última expedición independentista cubana, llegada en el vapor Dauntless en 1898, se dirigió hacia esa zona tras bordear la ciudad.
El Pan de Matanzas, guardián de la ciudad y faro para los marinos, ha inspirado a grandes poetas como Plácido, que le dedicó composiciones poéticas, y José María Heredia, quien lo inmortalizó en su Himno del desterrado.
“A lo lejos descúbrase un monte…/ Le conozco. Ojos tristes, llorad. / Es el Pan…”, escribió Heredia.
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