un bandido cubano que salió caro

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AREQUIPA, Perú- Victoriano Machín fue un temido bandido en Cuba, destacando en los campos de Pinar del Río y zonas del oeste de La Habana durante la década de 1880.

A pesar de los intentos del gobernador general Luis de Prendergart y Gordon por negociar con los bandidos (como era habitual en ese período) Machín se negó a rendirse por menos de 50.000 pesos anuales, cantidad que aproximadamente obtenía de sus fechorías.

En 1888, Francisco Fajardo, un ciudadano de Guanajay, llevó a las autoridades al escondite de Machín. Juzgado en el castillo de la Real Fuerza, fue condenado a muerte junto con su hermano.

Sin embargo, el 3 de septiembre, los hermanos Machín escaparon del castillo del Príncipe limando los barrotes de una claraboya y generando un gran escándalo. Apenas un mes después, el famoso criminal regresó a Guanajay y asesinó a Fajardo en venganza con veintiséis machetazos.

La fuga de Machín y el asesinato de Fajardo causaron revuelo en Madrid, llevando a la destitución del gobernador Sabás Marín y su reemplazo por el teniente general Manuel Salamanca y Negrete. Este último emprendió una campaña exitosa contra los bandidos, pero enfrentó dificultades cuando intentó perseguir a los responsables de una malversación de 14 millones de pesos dentro del Gobierno.

 Sorprendentemente, Salamanca murió de modo repentino, alimentando especulaciones sobre un posible envenenamiento.

Bajo la administración colonial del teniente general Manuel Salamanca cerca de 1889, Victoriano Machín y su suegro, José Eusebio Moreno, fueron detenidos en Cienfuegos y llevados a La Habana. Los malhechores fueron encerrados en la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, donde Victoriano esperaba otra vez su muerte.

Para la ejecución, se trajo al verdugo José Cruz Peña desde Camagüey en lo que supuso todo un acontecimiento popular. Cruz Peña, de buena presencia y vestimenta impecable, generó gran interés, incluso con solicitudes de autógrafos.

La penalización de Victoriano Machín, responsable de más de treinta asesinatos, se llevó a cabo ante una multitud sin precedentes en La Habana. A pesar de su reputación, el bandido se comportó como un cobarde, llorando, suplicando y resistiéndose.

Fue necesario cargarlo para colocarlo en el garrote, donde intentó morder al verdugo. La situación llevó al ministro ejecutor, Cruz Peña, a desmayarse en el suelo, mostrando una escena pintoresca y dramática.

Entonces entró en escena Valentín Rodríguez Ruiz, quien con 22 años y cumpliendo una condena por homicidio, fungía de ejecutor asistente durante el acto. Aunque no tenía experiencia previa como verdugo, finiquitó a Machín sin pestañear y se convirtió en el verdugo oficial de Cuba bajo la administración del general Salamanca. La efervescente historia de Victoriano llegaba así a su fin.

Por su parte, mostrándose frío y sereno, Rodríguez Ruiz realizó veinte ejecuciones en menos de año y medio en diversos lugares de la Isla. Fue el inicio de una prolífica carrera como verdugo.

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