¿“Renovación” cosmética o cambios verdaderos?

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LA HABANA, Cuba.- Este fin de semana, la prensa independiente y las redes sociales se hicieron eco de las implicaciones de la reciente destitución de varios de los responsables económicos de la Cuba castrocomunista. Lo anterior incluye al vice primer ministro y también encargado de la cartera de Economía, Alejandro Gil Fernández, a Elba Rosa Pérez Montoya, ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y a Manuel Santiago Sobrino Martínez, responsable de la Industria Alimentaria.

Del lado oficialista, la información del asunto se caracteriza por su grisura y uniformidad. En ella llama la atención que, en los casos de Pérez Montoya y Sobrino Martínez, se especifica que la liberación de una y otro es “por renovación” (cualquier cosa que esa frase signifique). De la primera se subraya que fue ministra “por más de 11 años”. En el caso de Sobrino, se omite la duración de su desempeño en el cargo, lo que es lógico, ya que han sido apenas 4 años (es decir, un lapso que, por sí solo, no explicaría la “renovación”).

Por contraste, como en el caso del vice primer ministro Gil Fernández no se emplea la referida “palabra mágica” de la neolengua castrocomunista, resulta razonable suponer que su remoción representa un verdadero “truene”, en toda la extensión y con las diversas implicaciones que ese neologismo posee en el habla popular cubana del momento actual.

La información oficialista cierra con el reconocimiento del “esfuerzo y la consagración” de “los compañeros liberados”, así como con el anuncio de la inminente asignación a ellos de “nuevas misiones”. En el ínterin, el régimen ha aclarado que la suspensión en la aplicación de las nuevas medidas (que ellos llaman “de corrección de las distorsiones” que existen en la ruinosa economía cubana) se ha debido a un “virus informático” generado fuera del país.

El nuevo “paquetazo”

De ese anuncio parece colegirse que las intenciones no son las de dar marcha atrás al nuevo “paquetazo” concebido en las altas esferas, sino simplemente la de demorar por unos días el comienzo de su implementación. Y es lógico —creo— que así sea. En un artículo publicado aquí mismo el 21 de diciembre, planteé: “¡La Tarea Ordenamiento sí funcionó!”. Porque su esencia consistió en “multiplicar pobreza y repartir miseria”. En ese contexto, el nuevo “paquetazo”, con sus aumentos de precios, “sería un paso adicional al ‘Ordenamiento’: cobrar más caro la misma canasta de bienes y servicios”.

No obstante, hay opiniones encontradas, según un reportaje publicado el sábado en Diario de Cuba. “Ya era hora de que el Ministerio de Economía lo dirigiera un economista y no un ingeniero en explotación del transporte”, expresó Alicia García. Por su parte, Pedro Monreal especula: “Reemplazar a dos de los tres ministros claves de un programa de ‘estabilización macroeconómica’ pudiera indicar algún tipo de ‘incidente’ (no cibernético)”.

Pero las opiniones más interesantes —creo— y que me dan pie para la tesis central que deseo expresar en este artículo son las emitidas por Mauricio de Miranda Parrondo y por usuarios que se amparan tras seudónimos. Es el caso de “El Preocupado”, quien tilda la “renovación” de “insuficiente”, y aspira a que la guadaña sea usada también en el Ministerio de la Agricultura y el Grupo AZCUBA.

Asimismo pone el dedo en la llaga el forista que usa el nombre de “Tranquilino”. Este usuario de las redes encuentra tiempo para escribir algunas palabras de consuelo dirigidas al defenestrado Vice Primer Ministro y titular de la cartera de Economía: “En el caso particular de Gil, este cambio solo va a demostrar que él no es el problema”.

El problema no son los ministros…

En cuanto a Miranda Parrondo, muestra gran acierto —opino— al plantear: “El problema no son los ministros. El problema es el sistema. El problema es que se sigue apelando a un modelo fracasado”. También echa de menos “cambios estructurales que permitan superar la parálisis”; y, con respecto a la situación calamitosa de la economía cubana actual, concluye: “Hablar de desarrollo ahora mismo es casi un asunto de ciencia ficción”.

De inmediato entra de lleno en el terreno político, señalando: “El problema es que el Estado es gigante e ineficaz”. “El problema es que nosotros, el pueblo, a pesar de que la Constitución nos hace soberanos, no podemos ejercer esa soberanía eligiendo libremente a quienes deben asumir las responsabilidades de gobierno por períodos finitos. Otros deciden por nosotros porque, parafraseando a Orwell, son más soberanos que nosotros”.

He querido citar todos estos antecedentes antes de abordar la tesis central de este trabajo periodístico: En vista de la forma en que van desarrollándose los acontecimientos, ¿qué piensan hacer los dirigentes comunistas que no son tan conocidos, pero que votan en el órgano decisorio de su partido (el Comité Central), que es la “fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”?

Estoy convencido de una cosa que he planteado más de una vez, y que ahora me parece oportuno repetir: En este tipo de regímenes de vocación totalitaria, los cambios comienzan no por abajo, sino por arriba. La situación ruinosa en la que se encuentra el país (y, en particular, su economía, si es que ese caos merece aún tal nombre) requiere medidas drásticas y profundas. Ya lo dice la frase alada: “A grandes males, grandes remedios”.

¿Y los miembros del Comité Central?

En el ínterin, los máximos jefes (el General de Ejército y “Líder de la Revolución”, el Primer Secretario y Presidente nominado por el anterior, el Primer Ministro) hacen cualquier cosa con tal de no hacer nada. No realizan ni el intento de acometer reformas que, siquiera sea por su aspecto externo, se parezcan a las transformaciones estructurales profundas que el país necesita desesperadamente. Hasta el momento, lo único en lo que se han destacado es en hallar a los chivos expiatorios que, de tiempo en tiempo, carguen con las culpas que les pertenecen mayoritariamente a esos altos jefes y no a sus subordinados.

Que en nuestro país las cosas marchan de una manera pésima es algo que el pueblo, por haberlo sufrido en su propio pellejo, sabe a la perfección. Esto incluye a los simples miembros de filas del único partido, quienes forman parte de esa “fuerza política dirigente”, pero sin disfrutar de grandes prebendas ni especiales privilegios. Esto es lo que explica el número considerable (que el régimen evita publicitar) de los militantes que entregan su carné y las escuálidas cifras de los nuevos ingresos.

Pero el desastre en que está sumido el país es tan vasto que es imposible que la conciencia de esa realidad no haya sido captada por los encumbrados mayimbes del “Palacio de la Revolución”. Y aquí se impone repetir la pregunta: ¿Qué (si es que alguna cosa) piensan hacer al respecto los miembros de filas del Comité Central, órgano decisorio del único partido?

¿Esperarán pacientemente a ser defenestrados cuando llegue su turno, como ahora lo han sido Gil, Pérez Montoya y Sobrino? ¿O intentarán aprovechar su pertenencia al referido cuerpo para empezar por remover a los jefes máximos antes mencionados y continuar con el inicio del cambio profundo que el país necesita?

Esperemos que, para bien de nuestra Patria, en un futuro lo más cercano que lejano, opten por lo segundo.

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