La trgica muerte de Ludwig Pollak: un Laocoonte moderno engullido por el nazismo

[ad_1]

La tarde avanzaba implacable sobre Roma el 15 de octubre de 1943. Apenas un mes antes, el 8 de septiembre, Italia se haba rendido a los Aliados, por lo que el ejrcito nazi comenz una evacuacin exprs de los judos italianos hacia los campos de concentracin del Reich.

En su casa del Palazzo Odescalchi, el anticuario y arquelogo Ludwig Pollak, uno de los mayores expertos en arte clsico del mundo, recibe la visita de K., un maestro de escuela alemn que, atrapado en Roma, ha sido enviado por funcionarios de la Iglesia para recoger al erudito y llevarlo al Vaticano, donde se le dar asilo junto a su familia. Es un secreto a voces que los nazis planean arrestar a la poblacin juda de la capital italiana a la maana siguiente, por lo que la misin de K. es urgente, pues deben huir antes del toque de queda impuesto por los alemanes.

Sin embargo, encuentra al viejo anticuario extraamente reacio a ir con l, mucho ms interesado en hablar con una tranquiliddad pasmosa, inadecuada, de su vida y sus recuerdos.

El brazo de Pollak

Hans von Trotha

Traduccin de Jorge Seca. Perifrica. 168 pginas. 18 Ebook: 12,99
Puedes comprarlo aqu.

Sobre esa conversacin al filo de la muerte gira la trama de El brazo de Pollak (Perifrica), una deliciosa y fascinante novela en la que el alemn Hans von Trotha teje a travs de la vida del erudito judo un canto al conocimiento y al poder de la creacin artstica que ilumina el abismo entre civilizacin y barbarie. Pero quin era Ludwig Pollak y por qu el Vaticano puso tanto empeo en salvarlo? Nacido en Praga en 1868, Pollak estudi en Viena Arqueologa y Arte, convirtindose en uno de los grandes intelectuales centroeuropeos de su poca. Su origen judo le vet labrarse una carrera acadmica, por lo que, gran amante de la Antigedad clsica, viaj por todo el Imperio Otomano -los Balcanes, Grecia, Egipto, Siria y Palestina-, y por Italia, enamorndose de la Roma de la belle poque, una ciudad en plena transformacin urbana efervescente de grandes descubrimientos arqueolgicos, en la que vivira casi 50 aos.

Dotado de lo que l mismo defini como «un talento inexplicable dado por Dios, de la misma manera que uno podra nacer con talento potico o artstico», desde joven gan renombre como comerciante de arte, catalogador y coleccionista, convirtindose en el consultor, la voz fiable, el punto de referencia para los coleccionistas pblicos y privados, europeos y americanos, desde magnates como Carl Jacobsen, industrial propietario de las cerveceras Carlsberg y fundador de la Gliptoteca Ny Carlsberg de Copenhague, aristcratas como el conde Stroganoff, para quien encontr la famosa Atenea hoy en el Liebieghaus de Frankfurt, copia romana del original griego de Mirn; hasta colegas de profesin como Wilhelm Frhner, el gran renovador del Louvre, o Wilhelm von Bode, el Bismarck de los Museos Berlineses.

Ludwig Pollak retratado por Werner F. Fritz.

Ludwig Pollak retratado por Werner F. Fritz.Museo Barracco

Toda esta plyade de personajes desfilan ante un inquieto K. tamizados por la memoria de Pollak, que describe tambin al banquero J.P. Morgan, su majestad el Rey del Dlar, que le dej «gratamente decepcionado», pues pensando encontrar a un «gerifalte» y conoci a un autntico apasionado del arte, o al extravagante embajador ruso Alexander Nelidov, para quien realiz uno de los primeros catlogos razonados de la historia, que le valdra numerosas distinciones honorficas e incluso una audiencia con el emperador austrohngaro: «Su cara trasluca bondad y benevolencia. Jams olvidar esa sonrisa». Tambin salpican el libro ancdotas de Auguste Rodin, Richard Strauss, Benito Mussolini o Sigmund Freud, a quienes el estudioso de antigedades conoci o de los que fue amigo.

Unidos por el dolor humano

Sin embargo, el gran eje de este relato de memorias y el mayor hallazgo de Pollak fue el brazo de Laocoonte, una parte perdida de la famosa escultura Laocoonte y sus hijos de poca romana. Considerada por Plinio el Viejo como una de las mayores obras de arte de su poca, la antigua pieza fue descubierta en 1506 en un viedo que en tiempos antiguos haba sido parte de la Domus Aurea de Nern y luego del palacio del emperador Tito. La magnitud del descubrimiento alert al Papa y mecenas Julio II, que envi al arquitecto Giuliano de Sangallo y a Miguel ngel para autentificar su identidad, algo que hicieron, aunque a la escultura, magnficamente conservada, le faltaban varias piezas, especialmente el brazo derecho de Laocoonte.

Agostino Cornacchini: copia en yeso que muestra la restauraci

Agostino Cornacchini: copia en yeso que muestra la restauracin del siglo XV. 1725-1727.Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

Entonces surgi un encendido debate sobre si la estatua deba restaurarse y cmo. Miguel ngel sugiri que el brazo faltante estaba originalmente doblado hacia atrs sobre el hombro, pero la mayora no estuvo de acuerdo y opt por un brazo reconstruido de forma «heroica y extendida», como quera el Papa, que vio a Laocoonte como el modelo de los grandiosos y armoniosos principios rectores del Renacimiento. Para muchos, dice Pollak, «fue una suerte que el el brazo estuviera roto y perdido, para que pudieran imaginarlo como quisieran». Este brazo incorrectamente reconstruido se agreg a la estatua en 1532 por Giovanni Angelo Montorsoli. Entre los que criticaron esta restauracin se encontraba Tiziano, quien realiz un dibujo en el que representaba a Laocoonte y sus hijos como si fueran tres monos.

Por ello, el descubrimiento de Pollak, que hall la pieza en una vieja tienda taller de la va Labicana, cerca del lugar donde se encontr el resto de la estatua, en 1906, fue tan importante. No slo completaba la escultura, una de las nicas dos del periodo clsico que atesora el Vaticano, a quien se la cedi, sino que la postura torcida del brazo sugiere no un martirio triunfante, sino una agona horrenda. Y es que Laocoonte era un sacerdote troyano que, como narra Virgilio en La Eneida, intent exponer a los troyanos, «pobres y tontos habitantes mos», el caballo de Troya como un engao militar de los griegos. Atenea, que apoyaba a estos, tom represalias enviando serpientes para matarlo a l y a sus dos hijos.

Parodia de la escultura, dise

Parodia de la escultura, diseada por Tiziano y grabada por Niccol Boldrini, donde las figuras humanas son reemplazadas por monos

El brazo reconstruido en 1532 imbua a Laocoonte de un herosmo trgico, pero para Pollak, y aqu es donde Laoconte y el anticuario checo se hacen uno bajo la pluma maestra de Von Trotha, el brazo doblado elimina esa ilusin y confirma el doloroso significado original de la estatua. El Laocoonte de Pollak slo quiere detener el dolor, un sufrimiento humano extremo, como el que las profanaciones del fascismo y el nazismo («Hace mucho que Roma ha sucumbido a las serpientes marinas») infligen al arquelogo.

La necesidad de las historias

Apasionado de Goethe, de quien posea una coleccin de 40 autgrafos y dos mechones de cabello, y de quien dijo: «Estaremos a salvo mientras sigamos leyendo a Goethe. El lenguaje es lo ms importante que tenemos, adems del arte», su patria era el arte clsico, una eleccin arriesgada en tiempos del «ferviente oleaje del nacionalismo». A medida que avanza el relato, y la tarde, advertimos que Pollak es muy consciente de los peligros presentes, su papel en ellos y cmo la trayectoria de su vida lo ha colocado en este peligroso momento. La novela nos hace as profundizar en la historia de un hombre judo que quera asumir el destino de su pueblo. La historia de Ludwig Pollak personifica la estatua del Laocoonte. Y tambin plantea una pregunta que surge (y desaparece) una y otra vez: qu valor tiene la expresin personal cuando se compara con las cuestiones polticas que confunden a las sociedades? Pollak sostiene: «Las historias que contamos son lo nico que queda al final, sabes? Historias y arte. As es como contina la vida».

Brazo que encontr

Brazo que encontr Ludwig Pollak.

Pero antes de inmolarse al «destino que se nos ha asignado», necesita volcar las experiencias de su vida con el arte, las antigedades y la intolerancia racial en algn lugar para su custodia. Ese lugar es la mente de K., a quien transfiere -y este vicariamente al lector- lo que puede de sus conocimientos para que los conserve. K. recuerda: «Se gir y me mir directamente a los ojos. Hay que dar una cuenta personal, dijo. Especialmente cuando el fin es inminente. Hay que contar historias. Hay que asegurarse de que la memoria permanezca, para que otros puedan recordarla cuando uno ya no pueda hacerlo. De lo contrario, sers olvidado junto con todo lo que alguna vez fue importante para ti, y todo habr sido en vano».

Fuera ya es de noche. En la calle resuenan siniestras sobre el asfalto las pisadas tachonadas del enemigo. Para sobrevivir bastara con decir «s», pero Pollak, una vez narrada su historia, volcada su memoria, renuncia a refugiarse en el Vaticano, y manda de vuelta al enviado del otro lado del Tber. Al da siguiente, su mujer, sus dos hijos y l estaban entre los mil judos romanos detenidos por los nazis. Un tren sali de Roma-Tiburtina el 18 de octubre. Se dice que para interceder por Pollak, el cardenal Eugne Tisserant se dirigi directamente a Heinrich Himmler, que orden detener el tren en Varese, pero no hay pruebas. El da 23, 184 personas aptas para trabajar fueron seleccionadas por el mdico Josef Mengele en la rampa de Auschwitz, las otras 839 personas fueron inmediatamente gaseadas.

En cuanto a la estatua, el brazo de Pollak permaneci en los almacenes vaticanos durante medio siglo, hasta que en 1957 el museo decidi que este brazo (doblado, como haba sugerido Miguel ngel) haba pertenecido originalmente al Laocoonte y lo reemplaz en una restauracin encabezada por Filippo Magi. Es el que puede verse hoy en da en los Museos Vaticanos y que dota al grupo escultrico del efectismo que le hace ser llamado «el icono prototpico de la agona humana» del arte occidental. Un tributo al dolor humano constante a travs de los siglos.



[ad_2]

Source link