MIAMI, Estados Unidos. – Los conciertos anuales de Meme Solís en Miami suelen crear una suerte de ansiedad afable entre sus cientos de seguidores, porque las entradas se venden en muy pocas horas y nadie quiere sobrellevar la eventualidad de quedar fuera del acontecimiento cultural y social.
El histórico Teatro Artime en La Pequeña Habana fue el escenario de su más reciente presentación, donde desde temprano arribaron fanáticos acicalados con sus mejores atuendos porque saben que el artista venerado se manifiesta elegante con un impecable traje de tres piezas donde no falta la vistosa flor en el ojal.
La convocatoria es como una cofradía nostálgica de la música cubana, bajo la responsabilidad artística de un chansonnier mayor, quien supo mitigar, en la cúspide de su fama, las consecuencias malsanas del vendaval “verdeolivo”.
Meme Solís fue la modernidad, entre los años 60 y 70, antes de ser agredida. Profeta en su tierra, estrella de legendarios conciertos totalmente colmados en el Teatro Amadeo Roldán y otros escenarios, como los cabarés luego absurdamente cancelados.
Durante su reciente presentación en Miami, uno de los integrantes de Los Tres de La Habana dijo a voz en cuello: “Meme es Cuba, nuestra cultura”. El trío interpretó una canción que Solís hiciera para Tropicana y que todavía sirve de pórtico musical para el “cabaret bajo las estrellas”, sin reconocimiento del compositor.
Hay una admirable comunicación conversacional de Meme Solís con sus seguidores. Son diálogos totalmente espontáneos, que buscan establecer el tono y la narrativa de sus inimitables conciertos.
Durante la presentación del Teatro Artime que abrió y cerró con todos los artistas participantes sobre el escenario, a la manera de los musicales en Broadway, el Maestro ―tal como lo llaman sus colegas― mostró, otra vez, generosidad e interés en la búsqueda y presentación incansable de nuevos talentos.
Juan Manuel Campos, violinista brioso y exquisito, así como un charro, quien también resultó ser cubano, Luis Alberto Fernández, hicieron las delicias de los asistentes.
Tanto Los Tres de La Habana como Marisela Verena trajeron el sabor rítmico, que caracteriza a buena parte de la música cubana. Verena hizo que Solís bailara sobre las tablas.
El autor de Otro amanecer aprovechó la oportunidad para alentar a los inversionistas locales que patrocinen la cultura de Miami, donde abunda tanto talento.
Por supuesto que volvió a reservar un sitio privilegiado para las Burke ―Malena y Lena―, realeza del influyente cancionero de la Isla.
Solís recordó que ha tenido la fortuna de hacer música con tres generaciones de las Burke, empezando por la mítica Elena, a quien le debe el inicio de su quehacer artístico.
Madre e hija interpretaron clásicos de Meme Solís, así como composiciones nuevas, algunas que figuran en el álbum recientemente dado a conocer: Malena Burke canta a Meme Solís (Volumen 1).
El espectáculo del Teatro Artime tuvo espacio para un momento internacional de gran fuerza femenina, con la española Nadaya, quien voló varias horas desde Europa para disfrutarlo y subió al escenario desde el lunetario invitada por Solís. La cantante lo acompañará durante sus próximas presentaciones en España.
La dominicana Diomary, La Mala, a quien Meme Solís conoció durante un festival de boleros en México es la otra integrante de este segmento. Poderosa bolerista, de figura monumental, añoraba desde siempre tal encuentro en Miami.
La música del espectáculo corrió a cargo de una esmerada orquesta dirigida por Carlos Hernández. El cuarteto de voces femeninas de Meme Solís, que se ocupó del acompañamiento vocal y la producción, como siempre, estuvo bajo la dirección de Félix Romeo.
La felicidad contagiosa del compositor, pianista, director musical, cantante, arreglista y animador de lo mejor de la cultura cubana hace difícil pensar que estuvo 18 años castigado a no salir de Cuba, como era su deseo.
En Meme Solís no hay, sin embargo, un ápice de rencor. Perdonó a los miembros de su cuarteto cuando se vieron conminados a denostarlo políticamente y siempre ha encontrado espacio para los recién llegados que desean reinventar sus carreras como lo hiciera él exitosamente, al salir a la incertidumbre del exilio, o para aquellos clásicos echados a un lado por el régimen que los uso y mancilló.
Poco antes del final del concierto, Meme Solís emprendió un viaje de ensueño con el teclado de su piano mágico por canciones emblemáticas del orgullo americano. Era la manera de agradecer públicamente a la nación que le devolvió dignidad y oportunidad para volver a emprender un triunfal regreso que ilumina más de seis décadas de carrera.
Cuando interpretó una hermosa versión del himno de Estados Unidos, el público presente lo acompañó en un impulsivo coro de: “¡USA, ¡USA, ¡USA!”.