LA HABANA, Cuba. – No soy el único que leyendo la oleada de comentarios negativos a las publicaciones en redes sociales de los medios de prensa oficiales, como Granma y Cubadebate, se pregunta si los jefazos del régimen se detienen alguna vez a leerlos, e incluso si lo hacen con el interés de evaluar el verdadero impacto de sus políticas, muy distantes de ese triunfalismo que los lleva a aplaudirse y celebrarse, a condecorarse incluso entre ellos mismos en unas reuniones donde jamás hemos visto una camisa sudada ni una mano alzada enfrentándose a la unanimidad.
Muchos se hacen la pregunta y no por ingenuidad sino porque reiteradamente se escucha a dirigentes y funcionarios justificar sus decisiones con el argumento de que es el pueblo quien ha pedido tal medida, ley o decreto, aun cuando ninguno dice cómo se recogieron, contabilizaron y verificaron las demandas, y aun cuando luego del impacto negativo y la evidente impopularidad, luego del fracaso, estas no se revierten también en virtud de la voluntad popular.
De modo que nadie define aún cuál es ese “pueblo” que el régimen escucha; y cuál es ese otro “pueblo” cuyas opiniones y reclamos ignora porque evidentemente no son el mismo, y no es ese que comenta por lo general enfadado, enloquecido, desesperado en contra de políticas que en su conjunto parecieran diseñadas para aniquilar, extinguir esa parte mayoritaria del “no-pueblo” que ha quedado excluido de ese futuro “próspero y sostenible” prometido y reservado solo para unos pocos leales y “consanguíneos” meticulosamente escogidos (entre ellos mismos).
La ofensiva actual contra las mipymes “malas” (es decir, contra aquellas que les resultan molestas porque los obligan a competir en un mercado del cual algunos “leales” pretenden el monopolio, o porque han acumulado cierto capital al que desean echar mano ahora que, una vez más, atraviesan otra pequeña crisis de “liquidez”) es uno de esos casos que se han querido justificar con la “voluntad popular” pero que a las claras se han revelado como la cacería de brujas que es, puesto que ha recibido el rechazo de todos quienes han visto que, lejos de bajar los precios, estos se han disparado, como consecuencia de la desaparición de productos que habían comenzado a abaratarse, como es el caso del huevo.
Una desaparición que más bien resulta en la monopolización del negocio de importación y distribución por parte de empresas “privadas”, del sector de las ventas en línea, que siempre han estado bajo sospecha de ser fachada de otros negocios “estatales” que guardan determinados vínculos con altas figuras del régimen. Así un cartón de 30 huevos que antes del tope precios podíamos encontrar sobre los seis y siete dólares ahora es vendido entre nueve y diez dólares en cualquiera de estos mercadillos en internet que, aparentemente desde Estados Unidos, Canadá o Europa, operan legalmente en la Isla.
Pero “es que el pueblo lo pidió”. Y así defendía Lourdes Rodríguez Ruiz, viceministra de Finanzas y Precios, la medida de topar algunos productos que venden las mipymes.
Eso fue a principios de julio de este año, en una de las reuniones con los mipymeros, de la cual quedó un audio circulando en redes sociales e internet, donde se hace evidente el descontento de varios dueños de negocios con una medida que más tarde fue aplazada solo para fingir que se extendía el proceso de “consultas” porque, a pesar del rechazo casi general, unas semanas después se hizo efectiva, costando el cierre por quiebra de decenas de establecimientos privados.
He escuchado los audios. Conozco a varios de los que asistieron a las reuniones, y después de lo sucedido es innegable que ninguna de las opiniones en contra del tope de precios fue escuchada, así como ninguna respondida con argumentos sólidos, por lo que era fácil adivinar que otra vez o escondían los verdaderos propósitos de una medida a las claras contraproducente o nuevamente se disponían a introducir más “errores” en el proceso de “ordenar” una economía cada día más desordenada por los mismos que dicen intentar “corregirla”.
De todo cuanto se habló y discutió, sin dudas entre lo más interesante —en tanto demuestra la mala voluntad de fondo— siempre estará ese momento en que, viéndose perdida, la funcionaria del régimen, quizás al mejor estilo aprendido en la “Escuela de Cuadros”, echó mano al viejo argumento populista que también ha servido a otros “jefazos” solo cuando no pueden gritar en público que hacen las cosas porque se les antoja, y no cuando realmente lo pide ese “pueblo” que normalmente ninguno de ellos escucha, a no ser que el clamor popular les venga como anillo al dedo.
¿Y la voluntad popular que hoy demanda una vuelta a los precios anteriores a la pandemia, que son los que realmente están acorde con los pobres salarios aún vigentes? ¿Y la voluntad popular que ha pedido insistentemente que eliminen las tiendas en MLC o que dejen comprar en ellas con pesos cubanos? ¿La voluntad popular que aún sueña con todas sus razones de justicia social con un retorno del CUC y de aquella tasa de cambio de 1 x 25, porque aunque no era justa aun así hacía más tolerable el infierno comunista?
Esas voluntades no valen. Porque solo es “pueblo” el que pide golpear, encarcelar y fusilar a los “enemigos”, y solo por eso (no porque realmente quieran) los represores golpean, encarcelan y fusilan; pero quien reclama comida, electricidad, agua, vivienda y un salario digno, aun olvidando o renunciando a reclamar libertad, entonces no es “pueblo”, es el peor enemigo.