El otro gran detonante de las protestas

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LA HABANA, Cuba. – Oriente se puso caliente. Y a los gritos de “Corriente y Comida” y “Patria y Vida” en Santiago de Cuba obligaron a la secretaria del Partido Comunista de la provincia a encaramarse en una azotea, porque de haberse quedado en la calle ya le habrían ajustado cuentas. No solo por los reclamos de ahora sino porque ningún santiaguero olvida que hace apenas un año, en plena transmisión en vivo, Beatriz Johnson Urrutia —creyendo que nadie la escuchaba— regañó a una funcionaria del pan por decir la verdad sobre la escasez de harina frente a las cámaras.

“¿Cómo tú vas a decir eso, muchacha? ¿Tú estás loca?”, fue la frase que le soltó casi murmurante pero que todos alcanzamos a oír bien claro. Sin embargo, no pasó nada. Y lejos de ser removida del cargo, al menos para guardar las apariencias de un régimen con bien ganada fama de mentiroso, fue evidentemente respaldada y hasta celebrada ya que la tierra ha dado otra vuelta alrededor del sol desde aquel papelazo televisivo y en Santiago, peor que en otros lugares de la Isla, todavía continúan los problemas con el pan, al punto de que ya no se aguanta otra mentira más.

Al hambre ya vieja se han sumado ahora los abusivos apagones pero sin dudas el detonante ha sido las más recientes revelaciones de la desfachatez que nos “gobierna”. Porque el caso de corrupción del exministro de Economía, aún sin revelarse en toda su magnitud, ha sido suficiente aclaración para quienes entre desabastecimientos y promesas sin cumplir llevan años esperando por una explicación sobre por qué razones deben perpetuar los sacrificios y la comprensión de los paquetazos económicos.

El caso de Alejandro Gil en sí no solo explica todo el desastre que nos rodea sin necesidad de una andanada de teques en la Mesa Redonda y en Con Filo, en tanto evidenció que son precisamente esos que dicen “hacer Cuba” los primeros que la deshacen, que la destrozan, que la desfalcan.

No es necesario que nadie explique nada ―ni desde la Plaza de la Revolución ni desde la azotea en Santiago― a los que más les han afectado los criminales experimentos económicos, que son la mayoría del pueblo cubano. Con solo leer o escuchar la “Nota Oficial” de este 7 de marzo se les hizo bien fácil comprender la magnitud del engaño, por lo que no faltaría mucho para que a las dos C de “comida” y “corriente” sumen una tercera, la del reclamo de “castigo”.

Pero no solo contra la reincidente mentirosa de Santiago —que posiblemente sea destituida en breve para intentar calmar los ánimos— ni contra el Gil que esta vez puso la cabeza en el picadero, como en su momento la posó Marino Murillo muy suavemente, quizás porque no tuvo la misma mala suerte de aquel, sino castigo contra toda una estructura de poder que, al sustentarse en el engaño, propicia la práctica sistemática de este en todos los niveles y estratos de la sociedad.

La gente ya sabe que en Cuba solo se “castiga” a los que ponen en evidencia ante el mundo la verdadera naturaleza del régimen. Alejandro Gil no fue siquitrillado por sus presuntos negocios en Ciego de Ávila (solo basta con ver los elogios posteriores a la destitución, incluidas las palabras en X del propio presidente cubano). Su caída en desgracia es consecuencia de una información que logró trascender los muros de contención del escándalo. 

De no haber sido por eso, hoy el exministro anduviera camino a tomar posesión de su próximo cargo, quizás en una empresita similar a Tabacuba. Pensemos en dónde están ahora y qué hacen, con la excepción de los fusilados y encarcelados en las famosas “Causas 1 y 2” (con las que Fidel Castro trataba de esquivar a toda costa una inminente intervención militar de Estados Unidos por causa del narcotráfico) todos los “defenestrados” al estilo del propio Murillo, de Carlos Lage, de Roberto Robaina, de Felipe Pérez Roque. Ninguno está hoy dirigiendo a “altos niveles” pero sin dudas sobreviven en pequeños cargos o en cómodos “retiros”.

Posiblemente después de los sucesos de Santiago veamos rodar la cabeza de la señora Johnson Urrutia, sí, pero solo porque esta vez las imágenes —a diferencia de aquellas donde mandaba a mentir sobre el pan— han dado la vuelta al mundo y, porque de alguna forma, hay que desligar los sucesos de ayer de ese otro que fue el detonante más allá de “corriente” y “comida”. Estos dos últimos siempre han faltado. En cambio, lo que jamás hemos visto en abundancia, y por medio de una “nota oficial”, son evidencias irrefutables sobre el verdadero origen de la corrupción y el caos en que nos hundimos. 

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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