El Everest crece más que el resto de ‘ochomiles’ gracias a un río que aligera su peso | Ciencia


El Everest crece unos milímetros más cada año. No debería extrañar, toda la cordillera del Himalaya lo está haciendo. Aún vivían los dinosaurios cuando el choque de las placas india y euroasiática empezó a levantarla. Pero la montaña más alta del mundo es entre 238 metros (si se compara con el K2) y 822 metros (con el Shisha Pangma) mayor que el resto de los ochomiles. Ahora, geólogos chinos y británicos creen haber encontrado la razón de esta anomalía geológica. Según detallan en la revista científica Nature Geoscience, el río Arun, que la rodea, está erosionando su base, aligerando su masa y elevándola más que el resto de cumbres vecinas.

“El río Arun ayuda a elevar el monte Everest mediante un proceso llamado rebote isostático”, dice el geólogo de la Universidad de Geociencias de China y primer autor de esta investigación, Jingen Dai. Si se considera la corteza terrestre como una superficie flexible que flota sobre material más denso debajo, el manto, “cuando el río erosiona y arrastra enormes cantidades de roca de los valles, es como quitarle peso a esta superficie flotante; del mismo modo que un barco se eleva más en el agua cuando se le quita la carga, la tierra responde elevándose lentamente hacia arriba”, explica Dai. Este efecto rebote se había observado en zonas del planeta cubiertas de grandes masas de hielo, como Groenlandia, que se están deshelando de forma acelerada. En un proceso llamado isostasia, la geosfera tiende al equilibrio gravitacional. Allí el agente causal sería la pérdida de agua que va al mar, en el Everest, este papel lo tendría la fuerza erosiva del río. “En el caso del Arun, a medida que excava valles más profundos, la tierra circundante, incluido el monte Everest, se eleva en respuesta. Esta elevación es una forma de que la Tierra mantenga el equilibrio, compensando la masa eliminada por la erosión fluvial”, termina el geólogo chino.

Durante milenios y milenios, el Everest se elevaba a la par que el resto de la cordillera. Entonces, el Arun discurría por la ladera norte, por la parte china, tibetana, y de este a oeste. Pero hace unos 69.000 años (un breve lapso en términos geológicos), el río cambió su curso hacia el sur, quedando atrapado por la red fluvial de otro mayor, el Kosi. El investigador del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), Luis Carcavilla, cuenta que, “el río hizo un giro de 90 grados, poniéndose norte-sur, excavando una de las gargantas más profundas del mundo”. En este proceso, denominado incisión fluvial, y dada su elevación y trayectoria, el Arun provoca una gran erosión en la base. “Lo que vienen a decir [los autores de esta nueva investigación] es que ese cañón tan encajado y ese recorrido tan anómalo que va oeste a este y de repente norte a sur podría tener algo que ver con la elevación del Everest”, indica. Según los cálculos de los geólogos chinos, que insisten en que el principal factor sigue siendo el tectónico, el fluvial sería responsable de hasta un tercio del diferencial de altura con sus montañas vecinas.

Vista panorámica del Everest y la cordillera del Himalaya desde el Tíbet.
Vista panorámica del Everest y la cordillera del Himalaya desde el Tíbet.W. Mason Fuller

El geólogo de la Universidad Pablo de Olavide, Francisco Moral, que no ha intervenido en esta investigación, apunta lo que pudo pasar: “Un río pequeño, norte-sur, cuando captura a otro río, oeste a este, aumenta enormemente el tamaño de la cuenca, de su caudal. Si antes teníamos un río que, digamos, tenía una cuenta vertiente de 10 km², cuando se produce la captura puede pasar a 80 km². Estamos multiplicando por ocho la cuenta vertiente. A partir de ese momento, aumenta el caudal y aumenta la capacidad erosiva”. Según los cálculos del estudio, el Arun se ha encajado en este tiempo unos 700 metros hacia abajo. “Esa erosión en el lecho del río y en la vertiente elimina enormes cantidades de material geológico. Como consecuencia, tenemos menos peso en esa zona de la corteza y en torno a esa garganta se produce un levantamiento de tipo isostático por la pérdida de esa masa”, detalla Moral.

La conclusión, sostenida en varios modelos y el registro geológico, se vería confirmada por el hecho de que las otras dos montañas más cercanas al Everest, el Lhotse y el Makalu, también se está elevando a un ritmo más rápido. El rebote isostático del cuarto y quinto picos más altos del mundo habría aumentado su altura en una cantidad similar a la del Everest. De hecho, el segundo, ubicado más cerca del río Arun, estaría experimentando una tasa de levantamiento ligeramente mayor.

Carcavilla, del IGME, destaca que en las últimas dos décadas se están investigando “procesos geológicos externos, como la lluvia, los glaciares… que influyen o que pueden desencadenar ciertos procesos internos”. Algunos de ellos están mejor estudiados, como el rebote isostático por el deshielo. “Pero la incisión fluvial o la erosión de los glaciares es más reciente”, dice. El geólogo recuerda que estos procesos y su impacto son muy difíciles de cuantificar. Pero también que es relevante intentarlo: “De hecho, hay estudios que sostienen que la zona del Himalaya que más se eleva es aquella donde más intenso es el monzón, porque produce más erosión y eso produce más rebote”. Y del monzón depende en buena medida el destino de un tercio de la población mundial.

¿Hasta cuándo crecerá el Everest? Ni los autores del estudio ni los geólogos consultados lo saben. Son muchos los factores que intervienen. Algunos los relata el investigador chino, Dai: “La colisión tectónica en curso, que sigue siendo el principal impulsor de la elevación; el rebote isostático causado por la erosión del río; y la erosión glacial a grandes altitudes, que desgasta gradualmente la cumbre. La interacción de estos procesos (elevación tectónica, rebote isostático y erosión) determinará su altura final”. Pero su colega Carcavilla recuerda que el Everest ya está en el límite. En el pasado, solo pudo haber montañas tan altas en una única ocasión en los 4.500 millones de historia de la Tierra. “La litosfera tiene un límite de cuánto puede aguantar antes de que colapse”, recuerda.



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