Miguel Tacón, controvertido capitán general del siglo XIX cubano CubaNet


LA HABANA, Cuba.- El 1.º de junio de 1834 asumió la Capitanía General de Cuba el militar y político español Miguel Tacón y Rosique, una de las figuras más controvertidas del siglo XIX antillano debido a que hizo bien y mal, desde su alto cargo, en similar proporción.

Teniente General de la Real Armada y Mariscal del Ejército de Tierra, Tacón había llegado a La Habana un día antes de su investidura, con la encomienda de gobernar “la siempre fiel isla de Cuba” imponiendo orden, disciplina y progreso por cualquier medio a su alcance.

Su actitud déspota, así como el fomento del tráfico de esclavos durante su mandato, fueron suficientes para que se ganara la ojeriza de cubanos y peninsulares. No obstante, Miguel Tacón fue también el político que reconfiguró la imagen de La Habana mediante un plan de obras públicas que contribuyó a dinamizarla y embellecerla, confiriéndole la dignidad de una ciudad capital.

Aunque su predecesor, el Capitán General Dionisio Vives, ya había iniciado un proyecto para transformar a La Habana en una gran urbe, fue Tacón quien la introdujo de lleno en la modernidad, al menos desde el punto de vista arquitectónico.

El inflexible militar dotó a la capital de una eficaz infraestructura técnica y de servicios. Reformó los cuerpos de policía y bomberos, prohibió el uso de armas, estableció cuerpos de serenos, saneó las calles y empedró las calles, construyó nuevos alcantarillados, el Campo de Marte, la cárcel pública, un nuevo sistema de alumbrado y los mercados de Cristo y Tacón. Con su beneplácito se fundaron la Junta Subalterna, el Centro de Caridad y el Juzgado de los Vagos. Embelleció tanto la ciudad que varias fuentes de la época llegaron a considerarla entre las más bellas del mundo.

Lamentablemente, mientras la ciudad crecía y se llenaba de nuevos aires, Tacón dio la espalda a la sacarocracia criolla, cuyas riquezas habían aumentado extraordinariamente gracias a la inestabilidad política en La Española. Cuba se había convertido en la principal productora de azúcar, dando origen a una clase económica sólida, que había comprado títulos nobiliarios en España y anhelaba participar en la vida política del país.

Tacón, sin embargo, tenía otros planes. Iracundo y severo, se propuso poner fin a la holgazanería, el pillaje y los vicios. Llevó su propósito al punto de suprimir libertades individuales y eliminar el derecho de asociación entre los cubanos, sobre todo si eran negros y mulatos.

Redobló esfuerzos para españolizar a los insulares y suprimir el carácter nacional que comenzaba a surgir en el seno de la sociedad cubana, despidiendo un tufillo de infidencia que mucho enojaba al Capitán General. Ese mismo recelo lo llevó a desterrar a José Antonio Saco, por considerarlo una influencia perniciosa en el pensamiento de la juventud habanera.

Pronto, la hostilidad de Tacón resquebrajó la coexistencia pacífica entre los cubanos y el poder español. El Capitán General nunca tuvo la intención de dialogar con la clase económica que sostenía al país, sino de recordarles a los aristócratas criollos que España seguía siendo la metrópoli a la cual todos ellos debían lealtad, tributo, gratitud y obediencia.

Algunos historiadores opinan que el gobierno de Tacón fue el principio del fin del dominio español sobre la Isla. El rancio conservadurismo del militar se hizo sentir durante cuatro años de dura represión a las libertades civiles, al cabo de los cuales se habían exacerbado las contradicciones entre España y sus súbditos en la mayor de las Antillas.



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