Las primeras mentiras de Fidel Castro


LA HABANA, Cuba. — Los engaños de Fidel Castro no empezaron después del triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959, sino un poco antes. Cuando aún estaba alzado en la Sierra Maestra, aseguró: “No me estoy matando en una lucha contra una dictadura para caer en manos de otra”.

Durante su primer discurso en Santiago de Cuba, expresó: “Que nadie piense que pretendo estar por encima y más allá del presidente de la República”. Y añadió: “Afortunadamente somos inmunes a las ambiciones y vanidades”.

El 9 de enero, un día después de su entrada en La Habana, anunció que las elecciones se celebrarían “en un plazo de quince meses, más o menos”. Y agregó: “Los partidos se organizarán dentro de unos ocho o diez meses, ajustados a la Constitución.  Desde que subió al poder un presidente provisional nos hemos ajustado a ella”.

“Si no damos libertad a todos los partidos políticos para organizarse no seremos un pueblo democrático. Hemos luchado para dar democracia y libertad a nuestro pueblo”. Y como garantías dio “nuestra palabra…nuestras intenciones…porque somos desinteresados…porque es obvio que no ganamos nada no celebrando elecciones”, expresó en aquella ocasión.

El 13 de enero, en el Club de Leones, le obligaron a concretar este tópico. Ante la pregunta de si habría una asamblea constituyente antes de las elecciones, dijo: “El problema no es el de sustituir la Constitución existente, sino el de adaptarla, por lo tanto, sería negativo hablar de una asamblea constituyente”.

Dos días después, el primer ministro José Miró Cardona explicó que “la revolución había actualizado” la Constitución de 1940. Nunca fue restaurada, sino que fue sustituida por una Ley Fundamental.

El 22 de enero, Fidel Castro dijo: “El día que ya no se mantenga la libertad dimitiremos…. El día en que tengamos a la mayoría en contra, dimitiremos”.

En la misma fecha, sobre una asamblea legislativa, apuntó: “El gobierno provisional será breve y hará trabajar a todo el mundo. Nuestra revolución es genuinamente cubana, genuinamente democrática”. Poco tiempo después, diría: “¿elecciones para qué”?         

Algo que siempre llamó la atención fue la manera improvisada de Fidel Castro de hacer sus discursos. Al respecto, explicó: “Si tratas de dar una forma definida a tus ideas con anterioridad, cuando empiezas a hablar pierdes una de las mejores influencias que el público puede ejercer sobre la persona que habla, la trasmisión de su ardor, de su entusiasmo, de su fuerza, de su inspiración. Mis discursos son generalmente conversaciones con el público.

Durante una alocución a los obreros de la Shell Oil, el 6 de febrero de 1959,  indicó: “No hicimos la Revolución para defender los intereses de los poderosos, sino de los humildes. Ahora la estrategia adecuada es la de evitar conflictos importantes aunque haya que hacer un sacrificio, porque el sacrificio de ahora después se verá recompensado”. Y aseguró que nunca usaría la fuerza “para llevar a cabo la Revolución”.

Los temas más controvertidos hasta hoy acerca de Fidel Castro son si era marxista o no desde antes de la guerrilla, y si su enfrentamiento el gobierno norteamericano lo llevó a los brazos de la Unión Soviética.

Entrevistado por el periodista norteamericano Herbert Matthews en 1963, apuntó: “En la época del Moncada yo era un revolucionario puro, pero no un revolucionario marxista”.

Javier Pazos, ex marxista y conspirador en la lucha urbana, afirmó en 1962: “El Fidel Castro que yo conocí en la Sierra Maestra era evidentemente no marxista. Tampoco estaba interesado por la revolución social. Por encima de todo, era un oportunista político, un hombre de voluntad firme y de extraordinaria ambición”.

Al llegar al poder, Fidel Castro afirmaba que odiaba al imperialismo soviético tanto como al imperialismo yanqui. El odio hacia los Estados Unidos y el deseo de desafiarlos se manifestó ya durante la lucha en las montañas, cuando en junio de 1958, luego de ver que la aviación del régimen de Batista utilizaba bombas norteamericanas, escribió en carta a Celia Sánchez: “Me juré a mí mismo que los americanos iban a pagar caro lo que estaban haciendo. Cuando termine la guerra, para mí comenzará una guerra mucho mayor y más extensa: la voy a iniciar contra ellos. Me digo a mi mismo que este es mi verdadero destino”.

“Ni yo ni el movimiento (se refería  al Movimiento 26 de Julio) somos comunistas”, aseguró el 13 de enero de 1959.  Pero el 2 de diciembre de 1961, siete meses después de proclamar que su régimen era socialista, sentenció: “Seré marxista-leninista el resto de mi vida”.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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