la historia de un holguinero que no tiene nada


LA HABANA, Cuba. – “Vivo en la indigencia, en las calles, inventando para comer aunque sea un pedazo de pan. No es fácil vivir así en el churre, muchas veces comiendo un pedacito de pizza, un pedacito de pan o cualquier cosa del piso porque tengo hambre y nadie me da nada”.

La vida como indigente de Fidel Hidalgo Sierra comenzó hace casi media década cuando salió de la cárcel ―donde pasó tres años, condenado por el delito de desórdenes públicos― y se encontró con algo inesperado: su hermano había vendido la casa de ambos en la ciudad de Holguín y se había ido del país con todo el dinero.

Hace poco, mientras dormía en el banco de un parque, a Hidalgo, de 66 años actualmente, le robaron. “Me quitaron todo lo que yo tenía: zapatos, ropa, aseo personal. No se llevaron el pulóver y el pantalón porque los tenía puestos. Me quedé dormido en el banco y no sentí nada. Tenía el cansancio acumulado de varios días de no dormir bien. No sentí nada. Me dejaron con lo que tengo puesto”, relata.

Desde entonces trata de dormir en lugares más “protegidos”. Uno de sus lugares favoritos es la entrada del antiguo Cine Encanto, un sitio que se inunda de agua cuando llueve.

Fidel Hidalgo Sierra
Fidel Hidalgo Sierra (Foto: CubaNet)

La noche anterior a esta entrevista, cuando descansaba acostado, lo sorprendió un aguacero. Ahora, con la mano saca el agua para que los cartones, que le sirven como “colchón”, no se deterioren. “Se te mojó la cama”, le dice alguien que pasa. “Eso ahorita se seca”, le responde Hidalgo con tranquilidad.

El hombre cursó la carrera de Medicina hasta el cuarto año, pero abandonó los estudios para dedicarse, dice, a lo que verdaderamente le apasionaba: “la mente psíquica, lo paranormal, la telepatía”.

Tras la salida de la cárcel se apartó de esa actividad. “A veces la ejerzo para ayudar a alguna persona con ciertos traumas, cierto estrés. Vienen a verme y yo los ayudo. Pero ya no me dedico a nada de eso”, dice.

“Tengo una edad avanzada así como lagunas mentales. A veces me cuesta distinguir o reconocer a personas porque he perdido facultades. La prisión me afectó mucho. Pasé muchas vicisitudes. Todo eso redundó en esta situación que estoy padeciendo. Mucho desgaste”, lamenta.

La depresión y la ansiedad causada por verse sin casa y en la calle tras cumplir sanción también lo afectaron. “Yo no tomaba, pero esos imprevistos me llevaron a la bebida y me convertí en alcohólico. Fue el único modo que encontré para evadir el sufrimiento, a tal punto que me pasaba muchas horas bajo los efectos del alcohol y eso me hizo mucho daño. Hasta que un predicador religioso poco a poco me fue sacando del bache y dejé de tomar bebidas alcohólicas”, explica.

Hidalgo cobra una pensión de 1.543 pesos mensuales. A pesar de sus pésimas condiciones de vida, es una persona solidaria. “Si tengo que compartir un pedazo de pan contigo, con mucho amor lo hago. Si al lado mío se arrima un indigente que tiene hambre, aunque sea un pedacito de pan yo le doy”.

“Trato de ser decente, correcto, sincero, solidario. Ahorita me dieron dos bocaditos y un poco de refresco”, dice mientras enseña una cacharra y una jarra plásticas que están en el piso.

Durante estos años, en busca de ayuda, Hidalgo ha presentado su situación ante funcionarios gubernamentales que no le han dado solución a su caso. “Yo lo único que pido es un cuarto con un bañito para vivir con dignidad como un humano. No en la indigencia, no en condiciones infrahumanas”.

Tras años en prisión y vagar en la calle, Hidalgo prefiere pensar y hablar del futuro. “Ya lo que pasó, pasó. Yo sufrí lo que tenía que sufrir. Ahora me dedico a ir a la Iglesia. A buscar al rostro del Señor”, dice.



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