El “pirata aéreo” argentino que terminó en Artemisa, Cuba


MIAMI, Estados Unidos. – La historia de Basilio José Mazor, el argentino que se convirtió en pirata aéreo en la década del 70, no deja de llamar la atención más de medio siglo después del acontecimiento que lo catapultó a los titulares: el secuestro de un avión de Aerolíneas Argentinas. 

Según un reportaje del medio Infobae, hoy Mazor se encuentra postrado en una cama en Artemisa, Cuba, a 66 kilómetros de La Habana, tras sufrir dos infartos cerebrales.

Nacido el 8 de junio de 1949 en Pergamino, Argentina, Mazor vivía con su familia y trabajaba en la carpintería familiar. Mazor se enlistó en el Servicio Militar, donde rápidamente se ganó la reputación de ser “un tiro al aire”, según recordó a Infobae Miguel Angel Ortíz, un compañero de regimiento. 

El 4 de julio de 1973, a los 24 años, Mazor ejecutó un acto que cambiaría su vida para siempre. Armado con una escopeta de dos caños y vistiendo un poncho con motivos incaicos, secuestró el Boeing 737, vuelo 588 de Aerolíneas Argentinas, que iba de Buenos Aires a Jujuy. El secuestro, que duró 19 horas y afectó a 74 pasajeros y seis tripulantes, terminó en La Habana el día siguiente.

Mazor, quien por entonces era empleado municipal, había gastado más de la mitad de su sueldo en comprar el pasaje. Su plan era desviar el avión primero a Córdoba, luego a Chile y finalmente a Cuba. Durante el vuelo, mantuvo a los pasajeros y tripulantes en vilo, amenazando con una bomba en la bodega y exigiendo un rescate para organizaciones benéficas.

El periodista Roberto Vacca, uno de los pasajeros, relató a Infobae el nerviosismo creciente de Mazor y su interacción con los pasajeros y la tripulación. A pesar de la tensión, el hombre permitió que algunos pasajeros, incluidos niños, abandonaran el avión en Chile antes de continuar hacia Perú y finalmente Cuba.

Una vez en La Habana, su aventura terminó en prisión. Al ser liberado, el Gobierno cubano le ofreció una casa y trabajo. Mazor se reinventó como entrenador de fútbol y árbitro, fundando un club de veteranos llamado “Villa Fiorito” en honor a Diego Armando Maradona. Se casó dos veces y tuvo hijas que hoy viven fuera de Cuba.

A lo largo de los años, Mazor raramente habló de su pasado. En una entrevista concedida a La Opinión de Pergamino en 1991, admitió su arrepentimiento: “A los tres minutos de estar arriba del avión ya estaba totalmente arrepentido de lo que estaba haciendo”. Deseaba un final de vida tranquilo y soñaba con visitar Argentina de nuevo.

Su hijo, Basilio, quien nació en 1972, vivió una vida separada de su padre. Creció en Córdoba bajo la tutela de su abuela y tía, sin saber mucho de su madre o padre. Basilio intentó reconectar con su padre y madre a lo largo de los años, conociendo a su padre en dos ocasiones y reencontrándose brevemente con su madre antes de su muerte.

Hoy en día, Basilio desea que su padre, ahora envejecido y enfermo, pueda vivir sus últimos días en Argentina. Su hija Ivys Nelly, quien visitó recientemente a Mazor en Cuba, cree firmemente en la motivación política detrás del acto de su padre.

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