De cómo El Encanto se convirtió en “El Parque de la Gran Estafa”


LA HABANA, Cuba. — El 13 de abril de 1961, un gran incendio, producto de un sabotaje, destruyó la que hasta entonces era la mejor y más famosa tienda de La Habana: El Encanto.

Ubicada en la céntrica calle Galiano, entre San Rafael y San Miguel, El Encanto tenía más de media manzana de longitud, 65 departamentos, cinco pisos, aire acondicionado central perfumado y escaleras eléctricas.

Había sido fundada en 1888 por los hermanos José, Bernardo Solís y Aquilino Entrialgo, quienes posteriormente crearon sucursales por varias ciudades, siendo las más importantes las de Camagüey, Santiago de Cuba, Santa Clara, Holguín, Varadero y Cienfuegos.

Las novedosas prácticas comerciales de los Entrialgo, tales como el sistema de ventas por departamentos, fueron un modelo a seguir en el ramo.

En 1949 fue ampliado y remodelado el edificio que ocupaba El Encanto y cambiaron todo el mobiliario interior, lo que le dio más distinción y permitió un mayor acceso al público. Las grandes vidrieras exteriores que rodeaban la tienda eran renovadas por diseñadores y decoradores cada semana.

En El Encanto, que tenía una empleomanía uniformada que ascendía a cerca de 1 000 trabajadores, se podían adquirir ropa, zapatos, perfumes, joyas, artículos para el hogar, efectos electrodomésticos, juguetes, discos y libros, con precios diferenciados, según su calidad.

El Encanto tenía sus propios talleres de confecciones y perfumería, además de los ubicados en La Rosa y Piñera, en El Cerro, que brindaban exclusividad a sus productos (todos llevaban una etiqueta con el nombre de la tienda).

El afamado diseñador francés Christian Dior, a pesar de que tenía terror a viajar en aviones, vino a La Habana y firmó el acuerdo para vender con exclusividad sus mercancías en El Encanto, cosa que hasta ese momento solo era posible en París. Para ello se fundó el “Salón Francés”, especializado en los productos Dior.

Famosos actores y actrices como María Félix, Tyrone Power, John Wayne, Cesar Romero, Maurice Chevalier, Errol Flynn y Miloslava, fueron clientes de El Encanto.

Dos empleados de El Encanto, Cesar Rodríguez González y Ramón Areces, con sus ahorros, los beneficios obtenidos y la experiencia adquirida, fundaron en España las conocidas tiendas El Corte Inglés y Galerías Preciados, que son consideradas una continuidad de El Encanto.

Es falso que El Encanto fuera una tienda solamente para personas adineradas. Allí existían también artículos a precios módicos, que estaban al alcance de cualquier familia con ingresos medios. Por ejemplo, los precios de los yugos enchapados y los llaveros de plata, iban desde un peso hasta 10.50 pesos.

Personas humildes y costureras acudían a El Encanto a ver sus vidrieras, para copiar los modelos de vestuario en exhibición y reproducirlos después con telas compradas en locales más modestos.

La decadencia y pérdida de prestigio de El Encanto se inició en 1960, luego de ser intervenida por el Estado revolucionario, que le consideraba un símbolo de la burguesía y el capitalismo.

Un empleado, Carlos González Vidal, con la ayuda de Mario Pombo, Arturo Martínez y Telesforo Heriberto Fernández, al ver como El Encanto se vaciaba de artículos y se encaminaba hacia la ruina, decidió destruirlo.

El incendio fue programado para las 7 de la noche, para evitar público y que no hubiese víctimas.

Todas las personas, al comenzar el fuego, salieron del inmueble, pero una empleada nombrada Fe del Valle penetró de nuevo al local en llamas para rescatar la recaudación del sindicato al cual pertenecía, y murió al quedar atrapada por las llamas dentro del lugar.

Carlos González, el autor del sabotaje, en un primer juicio, recibió una pena de 30 años de cárcel, pero Che Guevara rechazó el veredicto y ordenó que lo fusilaran en La Cabaña.

Poco después del incendio, el gobierno hizo una campaña nacional para recaudar fondos y “reconstruir una tienda El Encanto que fuera más hermosa que la anterior”.

Cientos de personas, frente a las cámaras de televisión, donaron dinero y joyas, muchas de oro, para tal fin. Pero a pesar de la millonaria suma recaudada, un tiempo después, en una parte del espacio que ocupaba El Encanto, hicieron un modesto parque con una pequeña estatua y una tarja con el nombre de la trabajadora fallecida, Fe del Valle.

La gente, en son de burla, bautizó el lugar con el título del famoso libro de Eudocio Ravines, el Parque de la Gran Estafa.



Source link