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Los efectos del trauma ps\u00edquico sobre la salud f\u00edsica y mental est\u00e1n demostrados. En concreto, haber vivido un trauma en la infancia se asocia a padecer con mayor probabilidad obesidad, hipertensi\u00f3n, diabetes, ictus, enfermedades cardiovasculares y muchos tipos de c\u00e1ncer. Aunque nos ha costado admitirlo, ya nos lo creemos: el ambiente (traum\u00e1tico) influye en la mente; y la mente en el cuerpo, y viceversa. Por eso, los m\u00e9dicos del siglo XXI deben saber cada vez m\u00e1s de emociones y vivencias (la nueva medicina narrativa<\/a>), y los psic\u00f3logos deben conocer mejor las respuestas neuroendocrinas al estr\u00e9s, su influencia sobre el sistema inmune. En definitiva, el sustrato biol\u00f3gico que hace que \u201cla mente\u201d no sea un ente abstracto que salga de la nada, sino de un organismo muy interesante resultado de la evoluci\u00f3n.<\/p>\n

Los efectos del trauma sobre la vida ps\u00edquica del sujeto son a\u00fan m\u00e1s evidentes: multiplica por 3 el riesgo de tabaquismo, por 11 el de consumir sustancias il\u00edcitas, por 4 el de padecer depresi\u00f3n y por 2,5 el riesgo de suicidio<\/a>. Algo ocurre en el cerebro infantil sometido al trauma que parece desajustar sus mecanismos de adaptaci\u00f3n y supervivencia. En los estudios de neuroimagen vemos c\u00f3mo se reduce la sustancia gris del hipocampo y la am\u00edgdala, e incluso c\u00f3mo puede llegar a acortar unas zonas de los cromosomas llamadas tel\u00f3meros, encargados de que el material gen\u00e9tico no se rompa o da\u00f1e.<\/p>\n