LA HABANA, Cuba. – Después de ser excarcelado en Estados Unidos por un indulto del presidente Barack Obama, y de no dar la talla en su primer nombramiento como vicerrector del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, el régimen creyó encontrar la mejor ubicación para el jefe de la Red Avispa, Gerardo Hernández Nordelo. Lo nombró coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), esa institución surgida hace más de 60 años, dedicada a la defensa a ultranza, mediante la vigilancia y la chivatería, de la revolución castrista.
Por todos es sabido que los CDR constituyen un objeto anacrónico, que ya apenas funciona ―eso sí, puntual en el cobro de la cotización a sus miembros―, e incluso con cuadras y barrios donde no existe ni el presidente de la organización.
Entonces la cúpula gobernante imaginó que colocando al frente de los CDR a una figura que, debido a la descomunal propaganda oficial para que fuera liberado de la cárcel, mantenía cierto nivel de popularidad entre la población, se podría revitalizar la tan depauperada organización. Pero ni así. Y como decimos en buen cubano: “A ese enfermo no lo salva ni el médico chino”.
En una reciente conferencia de prensa, recogida en el periódico Granma, Hernández Nordelo afirmó: “Los CDR hoy no tienen que ser exactamente iguales a los de los años 60 o 70”.
Se trata del mismo discurso oficial empleado últimamente por todos los dirigentes del régimen para tratar de justificar el retroceso que ha experimentado el trabajo de los CDR. Intentan hacer ver que factores asociados a las nuevas características de la sociedad cubana han motivado cambios en la dinámica de funcionamiento de esa organización de masas.
La realidad, en cambio, pone al descubierto que los CDR marchan de la mano del nivel de aprobación del régimen entre la población. Durante los años 60 y 70, antes de que sucedieran hechos tan traumáticos para el castrismo como el éxodo del Mariel, la suspensión de la ayuda soviética, el llamado Periodo Especial y la crisis de los balseros en los 90, había cierto nivel de adhesión ciudadana al Gobierno. Una situación que cambió tras los acontecimientos antes mencionados, y con el nuevo estado de cosas sobrevino el desdén ciudadano hacia los CDR y el resto de las llamadas organizaciones de masas.
En la mencionada conferencia de prensa, el exespía también se refirió a la necesidad de que la organización complete sus estructuras funcionales. Se relaciona su aseveración con que la organización, a nivel de base, zona, municipio y provincia no logra completar sus plantillas. Es mucho el desinterés y la animadversión del cubano de a pie hacia esta organización, así como el salario pírrico que las instancias superiores de los CDR les pagan a los que ocupan cargos profesionales en la organización.
En otro orden de cosas, es conveniente advertir que no todo es color de rosa para el régimen con la presencia de Hernández Nordelo en la coordinación nacional de los CDR.
Si fuese otro el personaje que dirigiera los CDR, la maquinaria del poder podría achacar el mal funcionamiento de la organización a un mal trabajo de su jefatura, y en consecuencia destituir a su máximo dirigente. Sin embargo, el trato con el espía mayor de la Red Avispa (uno de los que el régimen llamó “Los Cinco Héroes”) pudiera no ser el mismo. Al régimen le resultaría más difícil atribuirle el fallo al dirigente, y entonces habría que convenir en la inoperancia de la organización.
Y, que nadie lo dude, habrá insignificancia en la vida de los CDR de manera permanente.