LA HABANA, Cuba.- Las medidas que están tomando los mandamases de la continuidad castrista para limitar las actividades de los dueños de Mipymes y otros emprendedores privados recuerdan la ofensiva emprendida por Stalin contra los kulaks (campesinos acomodados) y los nepmans (especuladores), a partir de 1928, cuando puso fin a la Nueva Política Económica (NEP, las siglas en ruso de Novaya Economicheskaya Politika).
La NEP había sido decretada por Vladimir Ilich Lenin el 21 de marzo de 1921, en el Décimo Congreso del Partido Comunista Soviético.
Ante la desastrosa situación social y económica en que estaba Rusia luego de más de cuatro años de guerra civil, Lenin, con la NEP, optó por la adopción de un capitalismo de Estado que sustituyera al comunismo de guerra que estuvo vigente desde el triunfo de la revolución bolchevique de octubre de 1917.
Bajo la NEP se autorizó la producción y comercio libre de los campesinos y fueron creadas miles de empresas privadas en todas las ramas de la economía, incluso en la industria pesada. El Estado Soviético solo retuvo el control sobre los bancos, el comercio exterior y las principales industrias.
Pronto hubo una recuperación económica. Para 1928, la producción agrícola e industrial rusa había vuelto a los niveles de antes de la Primera Guerra Mundial. Pero a pesar de sus buenos resultados, la NEP fue revertida en 1928, cuatro años después de la muerte de Lenin, por su sucesor, Stalin.
El nuevo dictador negó que fuera una ruptura con las políticas leninistas, alegando que Lenin había dicho a los comunistas que se oponían a la NEP que esta era “un paso hacia atrás para luego dar dos pasos hacia adelante”.
Stalin creyó llegado el momento de dar esos pasos y acabó con la coexistencia entre el sector estatal y el privado al sustituir la NEP por los planes quinquenales. Obsesionado por conseguir capital para la industrialización acelerada de la Unión Soviética, Stalin volvió al monopolio estatal y al control centralizado de absolutamente toda la actividad económica. Y los desastrosos resultados no se hicieron esperar.
Al someter Stalin a los campesinos a la colectivización forzada, entre 1928 y 1937, murieron de hambre 12 millones de personas (solamente en Ucrania, entre 1932 y 1933, murieron seis millones).
Después de la muerte de Stalin en 1953, y del informe de Khruschev en el XX Congreso del Partido Comunista en 1956, el sistema presupuestario estalinista basado en la planificación centralizada fue sustituido por el cálculo económico, que concedía autonomía a las empresas estatales, decidía la producción y las inversiones y obtenía un porcentaje de las utilidades.
Fidel Castro, en políticas económicas, se la pasó dando alocados bandazos entre el sistema presupuestario estalinista y el cálculo económico de la época post-estalinista.
Como mismo Stalin revirtió la NEP, Fidel Castro, cuando contó con el petróleo venezolano que le garantizaba Hugo Chávez y con las ganancias derivadas del turismo y las remesas, dio marcha atrás a las tímidas reformas de mercado que se había visto obligado a adoptar durante el Período Especial.
Los mandamases de la continuidad fidelista, también dando bandazos y condenando a los cubanos a la miseria perpetua, apuestan testarudamente por el monopolio estatal y el control centralizado de la economía.
Aunque digan aprobar el desarrollo del sector privado, en realidad estrangulan a “los nuevos actores económicos no estatales”, como los llaman, con sus trabas y limitaciones absurdas, los altos impuestos y la falta de un mercado mayorista.
Insisten en conceder las mayores y mejores extensiones de tierras a las ineficientes empresas estales, aunque se llenen de yerba y marabú; y obligan a los campesinos y cooperativistas a vender, a precios bajísimos, la mayor parte de sus producciones a los centros de acopio estatales, no importa si los productos se echan a perder en los almacenes por falta de transporte, de combustible, de envases o simplemente por desorganización. Y para colmo, impone precios topados a lo poco que les dejan a los campesinos para vender a los particulares, haciéndoles incosteables sus cosechas.
La crisis de la agricultura cubana, cada vez más agravada por las miopes políticas de los mandamases, sumada a la desmesurada inflación provocada por el fracaso del reordenamiento económico, tiene a los cubanos al borde de la hambruna.
Y los mandamases, como si con ellos no fuera. Siguen culpando al “bloqueo”, mostrándose triunfalistas y hablando de sobrecumplimientos que solo existen en el NTV y el periódico Granma.
Cuando dicen que van a solucionar un problema, lo que hacen es agravarlo. Está ocurriendo ahora, con los topes de precio, las ventas forzadas y los cierres de Mipymes: lo que han conseguido es que haya menos productos y que haya que recurrir al mercado negro para conseguirlos.
Sería conveniente que, al menos para aliviar siquiera un poco las penurias de sus compatriotas, ya que no se deciden a soltar el poder y largarse, los mandamases continuistas, en vez de elucubrar “estrategias político-ideológicas” y otras sandeces, tuviesen en cuenta las experiencias de la NEP en Rusia y el desastre que provocó Stalin cuando la revirtió.
No es posible que los mandamases de la continuidad, pese a lo que les hayan enseñado sus profesores comunistas de la Escuela Ñico López, sean más dogmáticos con el marxismo-leninismo de lo que fue el mismísimo camarada Vladimir Ilich.