LA HABANA, Cuba.- Juan Rodríguez Tabares se embelesó tanto con el arbitraje de béisbol, que cuando abrió los ojos prácticamente se le había escapado el tiempo de emigrar. Pero estaba decidido a no correr la misma suerte de algunos de sus colegas más ilustres, quienes envejecieron tristes y olvidados. Así, en el año 2001 dio el gran paso. O sea, cruzó el charco.
Para entonces su nombre había sido referido millares de veces en los medios cubanos. Sobre todo en la TV. Todavía me parece recordar a Héctor Rodríguez y Eddy Martin mencionándolo como parte de cuartetas arbitrales salpicadas de nombres legendarios: Iván Davis, Alfredo Paz, Julio Ramón Véliz, Manuel “El Chino” Hernández, Alejandro Montesinos…
A lo largo de casi tres décadas, Rodríguez Tabares impartió justicia en una liga que se preciaba de ser la segunda más poderosa del planeta. Era la época dorada de la pelota post-revolucionaria, y delante de él se agacharon los catchers más excelsos, se pararon los sluggers Nivel Dios, y lanzaron los mejores artistas que subieron al montículo de la Serie Nacional.
Lo que pasa es que la gloria no se come, y el oriundo de Bauta hizo un viaje sin regreso en 2001. Dice que no veía futuro para su vejez, de modo que colgó la careta y, ya con 56 años cumplidos, echó el ancla en Miami. Chao béisbol: lo que tocaba era la brega dura en una factoría.
Aunque eso fue al comienzo. Luego sí que logró colarse como árbitro en competencias escolares y ligas independientes, “pero eso aquí no da para vivir y no había esperanza ninguna de progreso dado que no dominaba el inglés y además ya era mayor”, me cuenta.
Determinado a salir adelante, se enroló tiempo después en la compañía de electricidad de un amigo que lo invitó a que trabajara con él. Y allí sí echó raíces. Veinte años más tarde, a punto de ser octogenario, Rodríguez Tabares continúa en el mismo lugar, esforzándose por no permitir que la vida lo ponche sin tirarle.
“Gracias a Dios estoy un poco desahogado en el trabajo, y si bien el retiro no da para mucho, mientras me mantenga trabajando estoy viviendo honradamente”.
—¿Qué te hizo decidirte a escoger el arbitraje?
—Me llevó ahí el hecho de que mis aspiraciones como pelotero eran limitadas, y como me gustaba mucho el béisbol opté por el arbitraje gracias a la ayuda de un gran amigo de Bauta, Luis Rojas, que en paz descanse. Empecé, fui superándome y alcance los planos superiores dentro del arbitraje en Cuba: o sea, Series Nacionales, Selectivas y eventos internacionales.
—¿Qué es lo más difícil de ser árbitro de béisbol?
—Alejarse de la familia. Te mantienes lejos bastante tiempo yendo de un lado para otro, pasando toda clase de vicisitudes. Pero dentro del terreno no es difícil. Se trata de ir un juego detrás de otro y tener siempre por delante la imparcialidad, que es lo esencial del árbitro. Cada vez que decretes una jugada apretada habrá un bando que te criticará, pero eso es normal. La satisfacción del árbitro es terminar el juego de pelota sin haberlo decidido.
—¿Dónde estabas más a gusto, trabajando en home o en bases?
—Me gustaba mucho trabajar en home, y sobre todo con bastante público y transmisión televisiva en el Latino. Eso te obliga a meterte más en el juego.
—¿A quiénes consideras los mejores árbitros que han pasado por la Serie Nacional?
—Cuba ha sido tierra de grandes árbitros, empezando por Amado Maestri. Pero en Series Nacionales los más destacados creo que han sido Alfredo Paz, Iván Davis, el recientemente fallecido Orlando Valdés, y muy especialmente Nelson Díaz. Eso, sin olvidar otros nombres como Omar Lucero y Elber Ibarra.
—¿Qué lanzadores se te hacían más complicados para trabajarles? ¿Había algún catcher que también te resultara incómodo?
—Los lanzadores más incómodos para trabajar en home son los descontrolados. Recuerdo un día que Rafael Gómez Mena tiró 110 lanzamientos en cinco entradas y el juego duró cuatro horas y diez minutos. Otro ejemplo es ‘Caña’ Ramos, que lanzaba muchas bolas y tenía una gran curva. Los pitchers con control facilitan el trabajo del árbitro.
En cuanto a los receptores, hubo uno que le resultaba incómodo a casi todo el mundo, Víctor Muñoz, porque era muy grande y su mascoteo no era el mejor. Cuando trabajabas con él delante te restaba visibilidad y precisión a la hora de decidir. Pero con los catchers buenos como Juan Castro, Albertico Martínez, Alberto Hernández o Lázaro Pérez, era mucho más sencillo.
—¿Cuál consideras el error más grave que cometiste en un partido?
—Fue en una jugada en tercera base en Pinar del Río. Había corredores en primera y segunda con dos outs, dieron un roletazo por el torpedero y le tiraron a Linares. ‘El Niño’ estaba pisando la base para el out forzado, pero parece que por bromear, hizo como un intento de tocar al corredor. Ahí me cogió el lapsus mental y canté ‘quieto’, y en el momento mismo que lo estaba decretando con los brazos me dije ‘coño, pero si era forzado’. Ahí salió Jorge Fuentes a reclamarme y le dije ‘yo sé que me equivoqué, es que pensé que solamente había corredor en segunda, pero tranquilo, me voy a reunir con los árbitros y se va a rectificar’. Les conté a mis compañeros lo que me había sucedido, la jugada se viró para atrás y ya está. No tuvo incidencia alguna porque el juego lo estaba ganando Pinar con una amplia ventaja. Sinceramente, no me acuerdo de haber decidido un juego de pelota con una decisión equivocada.
—¿Necesitan los árbitros cubanos una dirección ajena a la Comisión Nacional de Béisbol?
—Al arbitraje cubano le hace falta mucho apoyo de las autoridades deportivas, pero entiendo que debe regirse independientemente de la Comisión. Tiene que tener su dirección aparte. El arbitraje y los deportes en Cuba van a la par del estado de la nación. No se puede depender del Estado para hacer un campeonato, para hacer una selección… Tienen que tener sus propios medios, su propio destino, pero el sistema actual lo quiere abarcar todo y así no puede ser.
—Descríbeme las condiciones en que te tocó trabajar en la época que fuiste árbitro en Cuba.
—La alimentación en las Series Nacionales en algunos lugares era buena, en otros regular y en otros mala. Y con los hospedajes pasaba lo mismo. En cuanto a la seguridad de los árbitros, era inexistente. Por último, ¿qué te puedo decir de los salarios? Más míseros, imposible. A nadie se le ocurre que a estas alturas un hombre pueda trabajar en home por cien pesos. Para dar una idea de cómo se valora esta profesión, en MLB el salario de seis meses está entre 125.000 y 400.000 dólares, con hospedajes en hoteles Cinco Estrellas y 340 dólares como viáticos. Lo que sí me parece que antes era mejor era la superación del árbitro, porque pasábamos trabajos para conseguir la provincia que se hiciera cargo de los cursos de arbitraje, pero al final se daban todos los años.
—¿Cómo pudiste soportar 27 Series Nacionales en esas condiciones que te tocó trabajar?
—No te creas que fue fácil. Trabajar tanto tiempo lejos de la familia y no darle el calor que necesita es complejo, máxime con tantas dificultades como había para sobrevivir. Nosotros la pasábamos peor que los peloteros, porque ellos están la mitad del tiempo en casa y la otra mitad fuera. En cambio, los árbitros pasábamos por la casa un día y corriendo a seguir para otra provincia. Lo que pasa es que uno siente pasión por su profesión y se sacrifica, pero al cabo de 27 temporadas no veía futuro para mi vejez y decidí emigrar.
—¿Cómo hace un árbitro para trabajar con el equipo de su tierra natal en el terreno? ¿Es cierto que a menudo termina perjudicándolo para que no lo acusen de favorecerlo?
—El que de verdad se sienta árbitro no puede ser parcial jamás. De lo contrario, que coja otro camino. Yo no tuve presión nunca con el equipo de La Habana, incluso le trabajé muchos juegos en series de playoff. Recuerdo una vez en San José que a Pedro Luis Rodríguez no le gustó un conteo mío y quiso ponerme malo el juego. Entonces llamé al receptor y al manager y les dije que si no volvía la calma habría expulsiones. Pedro Luis no hizo caso y salió expulsado, pero no hubo problema ninguno porque ya la advertencia estaba hecha.
—En tu tiempo, ¿cuáles eran los problemas técnicos fundamentales del arbitraje cubano?
—Los problemas técnicos que existían antes han existido siempre. A los árbitros los dirigen personas que no tienen que ver con la profesión, y si en algún momento hubo alguno que sí sabía, de todos modos estaba supeditado al comisionado y no podía tomar decisiones propias.
—¿Por qué te decidiste a emigrar? ¿Crees que debiste hacerlo antes?
—Yo vine de visita en 2001 invitado por un hermano mío. Entonces tenía 56 años, y antes había dado 15 viajes al exterior pero nunca me decidí a quedarme. En esa ocasión vi que aquí hay que trabajar duro para vivir y no fue una decisión sencilla dejar atrás a la familia, pero sentí que había una posibilidad de crecer y buscar un futuro para mi gente. La situación en Cuba era y es complicada y la vejez allá es caótica. La verdad, lamento no haber dado el paso de emigrar antes, gracias a Dios ya tengo aquí a mis hijos y mis nietos y me siento bien de salud. Por supuesto, no es poca cosa vivir alejado de los amigos y la tierra que te vio nacer, en un país con otro idioma y demás. Pero me miré en el espejo de muchos árbitros que me antecedieron y no quería llegar a la edad que tengo ahora en la situación que estaban ellos.