LA HABANA, Cuba. – Por estos días comienza en toda Cuba un nuevo capítulo de lo que el régimen califica como “proceso de rendición de cuentas de los delegados a sus electores”. Tal vez sea el momento culminante de la denominada “democracia participativa”, que el discurso oficial ensalza como la mejor opción para garantizar la participación ciudadana en la vida de la nación.
Mas, si en verdad fuera cierto que estos encuentros de los delegados con la población propician la participación real de las personas en los asuntos de la comunidad o de la nación, o si los delegados resolvieran los planteamientos de sus electores, no habría dudas de que hubiera una exigencia por parte de los ciudadanos para que estos encuentros se celebraran puntualmente.
Sin embargo, la realidad indica que sucede todo lo contrario. Incluso, el pasado año 2023 transcurrió sin que tuvieran lugar estas reuniones de rendición de cuentas ―que inicialmente se programaban cada tres meses, y después se hacían cada seis―, y ninguna persona alzó su voz para reclamar la celebración de estas asambleas.
Ahora, en los días previos al inicio de este nuevo proceso, han sido los medios de difusión del régimen los que han realizado una gran campaña a favor de estas reuniones. La maquinaria del poder sabe que la situación por la que atraviesa la Isla es difícil, y que el apoyo de la población al Gobierno tal vez se halle en su punto más bajo de los últimos tiempos. No obstante, se juegan la carta de convocar a estas asambleas con el objetivo de, mediante el porcentaje de asistencia de los electores, tener una noción más exacta de la cantidad de cubanos que aún se nuclean en torno al régimen.
Los ciudadanos, en cambio, parecen ignorar la escalada mediática de las autoridades. Ni a título personal, ni a través de las denominadas organizaciones de masas ―CDR, FMC u otras apéndices del Partido Comunista― han aparecido en los noticieros de radio o televisión ninguna manifestación de complacencia por la cercanía de estas rendiciones de cuentas.
Al contrario, para el cubano de a pie es un fastidio tener que salir de su casa, perderse algún que otro programa que le guste en la televisión ―en realidad no son muchos, quizás la telenovela de turno o las peripecias de Pánfilo en Vivir del cuento―, para asistir a un cónclave de mucha palabrería y poca solución de problemas.
En días pasados compareció en el programa Mesa Redonda de la Televisión Cubana (estatal) el secretario del Consejo de Estado, Homero Acosta. El funcionario, entre otras cosas, se refirió a las dificultades materiales ―por supuesto, entre las que no podía faltar el “bloqueo”― que acompañan a este proceso de rendición de cuentas. Además, debió reconocer que había más de 100 plazas vacantes de delegados en todo el país. Según él, eran delegados que habían enfermado u otros que permutaron sus viviendas, y ya no vivían en los barrios por los cuales habían sido elegidos para ese cargo.
Claro, el señor Homero Acosta nada habló de los muchos militantes del PCC a nivel de base que debieron aceptar su nominación para las elecciones, cumpliendo las orientaciones de las instancias superiores del Partido, en el sentido de que no se podían negar si eran propuestos por la masa de electores. Y después, en caso de ser elegidos, inventaban cualquier subterfugio (como las mencionadas enfermedades o permutas de domicilio) para dejar el cargo de delegado. He ahí otro ejemplo de lo que en otras ocasiones hemos comentado acerca de que esos militantes son carne de cañón para cumplir sin chistar todas las directivas de la cúpula del poder.
Si en casi ninguna de las circunscripciones del país, los delegados son capaces de despertar el interés de sus electores, entonces hemos de convenir en que la salud de la democracia participativa en las circunscripciones donde no hay delegado va de mal en peor.