HOLGUÍN, Cuba – “A carnavales no fui ni aunque me lo hubieran puesto frente a mi casa. La cosa está muy mala, hay mucha violencia y robos. Ya no estás seguro ni en tu propia casa y mucho menos estás a salvo en esas mal llamadas fiestas donde hay mucha violencia. Prefiero estar tranquilito y lejos del alboroto”, afirmó Francisco Ventura, un hombre de 61 años, que optó por mantenerse alejado de las celebraciones que iniciaron el 29 de agosto y finalizaron el pasado domingo.
El evento, presentado por el Gobierno como una oportunidad para el esparcimiento y la celebración comunitaria, se vio empañado por un cúmulo de problemas que han dejado a muchos ciudadanos cuestionando el verdadero propósito de estas festividades.
La celebración de este año puso de manifiesto una profunda insatisfacción entre los holguineros. El desencanto fue generalizado con la transformación de las festividades en un evento marcado por la inseguridad y la exclusión económica, lo que plantea preguntas sobre el verdadero propósito y la viabilidad de tales celebraciones en la crisis actual.
Sobre la decadencia de estas celebraciones, Rufina Granados opinó. “Eso era antes cuando había carnavales de verdad, pero ahora son pachangas que el Gobierno le hace a la gente y no valen la pena, que va”.
Granados, quien recuerda con cariño los carnavales de su juventud, siente que las festividades actuales no son más que una fachada para desviar la atención de los problemas que aquejan a la sociedad cubana. La falta de autenticidad en las celebraciones ha disminuido el atractivo de estos eventos.
Con 76 años, Gloria Soto igualmente decidió mantenerse alejada de los carnavales actuales. “Ahora yo no voy a carnavales, ya yo me divertí en mis tiempos. Pero tampoco voy porque las fiestas de ahora solo es ‘tomadera’ de bebidas alcohólicas”.
Soto añora los carnavales de antaño, cuando había una variedad de opciones de entretenimiento más allá del consumo de alcohol. “Recuerdo que antes había fiestas de disfraces y otras opciones. Ahora la única diversión es emborracharse porque no hay más propuestas”.
María Laura Santos, de 81 años, compartió una opinión similar. “Cuando yo era joven iba a todas las fiestas, pero ya murió en mí el deseo de salir. Antes sí había carnavales, veías los desfiles de carrozas, pero ya todo eso se acabó”.
Santos lamentó que los carnavales, una vez llenos de vida y color, se hayan reducido a una mera exhibición de consumo excesivo de alcohol. La esencia cultural y el disfrute auténtico han sido desplazados por una celebración que ella consideró más perjudicial que festiva, sana y cultural.
De precauciones y cuidados en ambientes inseguros
Leonides Rosales, vecino del reparto Palomo, también se distanció de las festividades. “No, no, yo no salí a los carnavales, eso es para bronca”. Su decisión de evitarlos no es una cuestión de desprecio por la diversión, sino una medida de precaución frente a la violencia que suele acompañar a estas celebraciones. Para Rosales, el riesgo de enfrentarse a altercados y conflictos en lugar de disfrutar de una fiesta genuina ha llevado a muchos a optar por la tranquilidad del hogar.
La preocupación por la seguridad se ha visto acentuada por incidentes violentos durante las fiestas. Adela Céspedes, de 65 años, no dudó en calificarlas como un desastre. “A esa porquería no fui ni muerta”.
Céspedes relató el asesinato de un hombre en el reparto Peralta durante el primer día de las fiestas. “Lo apuñalaron para quitarle la billetera y lo dejaron tirado, eso fue el día que empezaron los carnavales”.
Pastor García, vecino del reparto Peralta, lamentó la tragedia. “Un señor entrando a la casa le quitaron el bolso, le dieron varias puñaladas y lo mataron”.
El hecho criminal fue confirmado por el perfil oficialista de Facebook Cazador-Cazado quien además informó de la detención de tres presuntos asesinos.
Los relatos de violencia y criminalidad contribuyeron a una imagen sombría de las festividades y alimentaron el escepticismo.
Luis Fernando Sánchez expresó su preocupación sobre los robos y la inseguridad doméstica. “Las cosas andan revueltas, para quitarte una bobería te pueden matar. Si vas para los carnavales y dejas la casa sola, pueden entrar y robar”. La amenaza constante de ser víctima de un robo mientras se está fuera de casa es un factor que disuadió a muchos de participar.
La justificación de la violencia en estas fiestas como una tradición inevitable es otro tema de debate. Manuel Jaramillo mencionó que la violencia ha estado presente en las celebraciones asociadas con el consumo de alcohol. “Siempre hay dos o tres piñazos, toda la vida ha sido así”.
Poca oferta y a precios exorbitantes
Una manifestación de salvajismo fueron las escenas de desorden para adquirir la cerveza a granel. “Había que gritar, empujar, encaramarse, había que ser un ninja para comprar la cerveza”, dice con sarcasmo René Rosales quien no comprendió la escasez de cerveza teniendo Holguín la fábrica más grande en Cuba del demandado producto.
La inseguridad no fue el único problema que afectó, el alto costo de las ofertas disponibles durante las celebraciones también generó descontento entre los holguineros.
Lázaro Oramas, destacó la disparidad entre el costo de los productos y servicios ofrecidos y el salario promedio de los ciudadanos. “Unos 150 pesos un vasito de cerveza fue demasiado caro para un salario promedio mensual de algo más de 4.000 pesos”.
Oramas contó que él y un amigo gastaron 300 pesos en dos cervezas, y se quejó de los precios antipopulares de otros productos, como bocaditos de puerco entre 250 y 300 pesos. “Era un pan redondo grande, pero con poca carne dentro”, afirmó despectivamente.
Félix Ernesto Ochoa también comentó sobre los precios. “En el área de la plaza Camilo Cienfuegos, la entrada costó 30 pesos por persona, el pomo de litro y medio de cerveza, 100 pesos, el servicio de baño público cinco pesos. En un momentico entre un amigo y yo gastamos más de 2.000 pesos”.
Por su parte Melanio Estrada criticó la falta de competencia en el sector gastronómico, que permitió a los vendedores privados fijar precios desorbitados. “Un plato de comida costó 200 pesos, un bocadito de lechón asado estuvo entre 500 y 600, un pescado frito 400. Con esos precios, un simple trabajador no pudo disfrutar de estas verbenas”.
La crisis económica y social que afecta a Cuba añadió un nivel adicional de sorpresa y escepticismo hacia la celebración de estas fiestas. José Miguel Reyes se preguntó cómo es posible que se hayan celebrado estas festividades en medio de una crisis tan profunda. “Como está esto de malo, yo pensaba que no iban a hacer carnaval”.
Source link