LA HABANA, Cuba.- Por suerte, aunque bastantes, no son mayoría los cubanos que han adoptado dos actitudes que afectan nuestra autoestima nacional y hablan muy mal de nosotros como pueblo: los que en Cuba exageran con el victimismo por las precarias condiciones en que vivimos, y unos pocos que en el exterior son partidarios de que aumente el martirio de sus compatriotas porque creen que se lo merecen en castigo por no haberse quitado de encima al régimen castrista.
Los primeros son los que en mensajes y llamadas telefónicas exageran sus sufrimientos y carencias, que no son pocas, para recabar la ayuda económica —que siempre les parecerá insuficiente— de sus familiares y amigos en el extranjero. Como si estos fueran ricos y no tuvieran que atender sus propias necesidades, reducir sus gastos y cohibirse de muchas cosas para ahorrar y poder ayudar a las personas que tienen en Cuba. Y aun así no bastará, porque hay que disponer de millones de dólares para poder resolver todas las necesidades de una familia en Cuba.
Vuelvo a aclarar que me refiero a los compatriotas que exageran con sus peticiones, que a veces son lujos y caprichitos, no a los que, debido a sus míseros ingresos monetarios, dependen de las remesas de sus familiares para alimentarse y comprar medicinas.
Conozco no pocos casos de personas que exigen ropas y zapatos de marca, teléfonos sofisticados y dinero para las fotos de quince, una estancia en un hotel, la ceremonia de hacerse iyabó, una boda por todo lo alto u otros lujos que muchas veces no pueden darse sus familiares en Miami o Madrid.
No los culpemos. Es resultado de la situación de indigencia a la que nos ha conducido el régimen. Si a eso se suma la idealización del capitalismo en contraposición al comunismo y la pérdida de valores que ha experimentado la sociedad cubana, se entenderá la facilidad con la que muchos compatriotas se han acomodado a la desconsiderada actitud de mantenidos a tiempo completo y sin limitaciones.
En contraposición están los cubanos en el exterior a los que todas las sanciones contra la dictadura les parecen pocas, aunque terminen perjudicando al pueblo y no a los mandamases.
Son los que dicen que todo lo que estamos pasando en Cuba, aun las mayores penalidades, las merecemos por sumisos y aguantones. Como si el régimen no hubiera vuelto a encontrar resistencia en Cuba luego de que fueran aplastados los últimos alzados del Escambray. Como si no hubieran existido un movimiento de derechos humanos, el Movimiento Cristiano Liberación, Proyecto Varela, la UNPACU, el periodismo independiente, el 11J; como si muchos millares de cubanos no hubiesen pasado por las mazmorras del castrismo (más de mil ahora mismo) y, a pesar de eso, no cesa el activismo opositor ni las protestas en las calles…
Lo triste es que algunas de esas personas ahora tan radicalmente anticastristas, cuando vivían en Cuba, estaban integrados al CDR y a la CTC, no querían saber nada de disidentes y acataban absoluta y disciplinadamente todas las tareas y ordenanzas del régimen.
Pero la mayoría de los que están en contra de los viajes y las remesas son personas que se fueron hace mucho y a quienes no les queda familia en Cuba. A muchos les robaron sus propiedades, estuvieron en prisión, les fusilaron a familiares y amigos… Uno puede entender su dolor, pero no la incomprensión y falta de empatía con sus compatriotas que poco pueden hacer por sí solos para librarse de una dictadura dispuesta a todo por mantenerse aferrada al poder.
Pregúnteles si comparten esa posición radical a los que tienen en Cuba a sus padres ancianos y a sus hijos, si están dispuestos a que pasen hambre y se enfermen con tal de que ni uno solo de los dólares que les envían o gastan en sus viajes vaya a parar a las arcas de la dictadura.
Hay quienes piensan que todos los que estamos en Cuba nos hacemos cómplices del régimen y por eso merecemos ser castigados. Y si no, que nos vayamos del país. Como si irse de Cuba cambiara e hiciera diferentes y mejores a las personas, incluso a los esbirros comunistas que están desertando últimamente y yéndose a los Estados Unidos.
No comprenden que con esas actitudes extremas lo que consiguen es dividir al exilio y favorecer el discurso castrista acerca de “los odiadores” y “la intolerancia de la mafia anticubana”. Y también, al final del camino, a los fariseos e infiltrados que desde Miami dicen tender puentes de amor, y que siempre están dispuestos a reunirse con los representantes del régimen, rendirles pleitesía y hacerles carantoñas cada vez que los convoca el MINREX.