LA HABANA, Cuba. – No es el de ahora un ataque directo a la yugular de todas las mipymes, es apenas un ataque selectivo, tal como ha sucedido en otras ocasiones. Solo no lo vieron venir aquellos sin capacidad de memoria, lo cual en Cuba es lo mismo que pecar de ser un tonto y no solo para los negocios, o mejor dicho, para el malabarismo de practicar un verdadero “deporte” de riesgo en el que pactar con los árbitros es esencial.
Esa es la única fórmula exitosa en Cuba, y que lo digan aquellos “guajiros ricos” que quedaron en pie cuando la llamada “Operación Maceta” o quienes de algún modo pudieron continuar sus “emprendimientos” a modo de excepción, incluso cuando las redadas fueron más intensas y sin demasiados rodeos.
Los comunistas siempre lo han hecho todo para que sobrevivan los que deben hacerlo en virtud de su propia supervivencia, y aquello que les haga sombra se va, como cuando en noviembre de 2013 fueron con todo contra los llamados “cines 3D” que fueran una refrescante novedad en nuestros barrios pero, al mismo tiempo, el terror para el Departamento Ideológico del PCC.
Ya pocos recuerdan aquel ensañamiento contra los cines 3D (que, como siempre, para disimular las verdaderas intenciones, llegó precedido de una redada contra bicitaxistas y transportistas privados). Pero existieron centenares de salitas por toda la Isla, y era esta una iniciativa privada de gran acogida popular, sobre todo entre niños y adolescentes.
Nuestra realidad ha sido tan traumática en estos asuntos de las prohibiciones, en apariencias arbitrarias, que olvidar colectivamente se ha convertido para muchos en una especie de “reflejo condicionado”.
No se sabe quién fue el primero en Cuba, pero muchos hallaron su oportunidad de ganar algo de dinero a la vez que resolvían un problema en la comunidad mediante una propuesta que en cualquier otra realidad social habría recibido el respaldo de las autoridades, en tanto las cosas estuvieran más o menos en orden de acuerdo con una legislación objetiva.
Pero resulta que, en el caso nuestro, las leyes y regulaciones casi nunca toman en cuenta la peculiaridad del contexto y siempre de ellas emana el “espíritu de reprimir” y no la voluntad de favorecer, dentro de un marco legal, las estrategias individuales de supervivencia y emprendimiento.
Como consecuencia, los negocios de los cines 3D apenas prosperaron, incluso fueron contemplados como un delito grave, probablemente al mismo nivel que el tráfico de drogas, solo porque el Partido Comunista —ese mismo que por esas mismas fechas sostenía conversaciones secretas con el Gobierno de Obama— los había identificado como un “peligro en la formación ideológica de las nuevas generaciones”, en tanto los espectáculos de estos cines, enfocados totalmente en satisfacer los gustos de los clientes, no estaban siendo pactados con el Gobierno.
La prohibición de los cines 3D es solo un ejemplo de lo que ha venido ocurriendo con cada una de las iniciativas privadas que, como hoy ha sucedido con las mipymes (algunas sin ser conscientes del acto), han revelado las múltiples incapacidades de un sistema, entre ellas la resistencia a aceptar cambios y a transitar hacia una verdadera “normalidad” fuera de ese estado artificial, irreal, que solo existe en su discurso manipulador.
Ya en los años 80 aquellos campesinos que confiaron en la apertura del libre mercado pagaron la novatada y algunos hasta terminaron en la cárcel tratados como malhechores.
“Bandidos” fue el término usado en los discursos de las principales figuras del régimen cubano para atacarlos y propiciar la atmósfera adecuada que permitiera expropiarlos y desaparecerlos de un plumazo, con un alto grado de aprobación popular.
Aquel “experimento económico” (una de tantas “tareas ordenamiento” en más de medio siglo) si bien por una parte arrojó los resultados esperados, al elevar la productividad y la variedad de la oferta de los pequeños agricultores, por la otra generó un núcleo de prosperidad desde la autonomía que puso en evidencia las incapacidades e ineficiencias del sistema político. Pero muchos han borrado de sus mentes aquel episodio y han tropezado una vez más con la misma piedra.
De allá hasta acá, han sido cientos de redadas contra el emprendimiento. Ya contra los taxis privados, ya contra las galerías de arte independientes y hasta contra los clubes nocturnos no estatales, que a finales de 2016, para afianzar el monopolio de ARTEX, fueron obligados a mutar en simples establecimientos gastronómicos no pudiendo ofrecer espectáculos ni contratar artistas.
Cada uno, a su modo, ha “lastimado” con sus iniciativas y propuestas los dos extremos más sensibles del estrecho abanico de posibilidades con que cuenta el emprendimiento en Cuba. Por una parte, han prosperado lo suficiente como para evidenciar la obsolescencia de la empresa estatal; por otra, se han aferrado a la autonomía, en gran medida desvinculados de la institucionalidad, lo cual para algunos ha significado un “valor agregado” al producto que ofrecen, sobre todo los negocios relacionados con el arte, los espectáculos y el entretenimiento.
Esto explica en gran medida por qué unos sobreviven mientras otros tropiezan constantemente o se extinguen apenas han surgido, más allá de cumplir o no con la ley, más allá de portarse bien o ser rebeldes con o sin causa. Se trata simplemente de acatar esa regla que es bueno reiterar: “el que les haga sombra, se va”, que también pudiera parafrasearse de otros modos, algo así como “el que los ponga en evidencia, desaparece”.
Los emprendedores que han forcejeado con las reglas lo han hecho en niveles de peligro diferentes. Los vendedores de discos pirateados lo hicieron, pero los “sobrevivientes” supieron manejar el enojo del poder con determinados guiños, digamos ayudando a distribuir algún que otro material o información de interés para el PCC. También los “paquetes semanales” fueron mutando y lanzaron en su momento sus proclamas de alineamiento político, aunque no ideológico, con lo cual lograron esquivar los ataques pero aún no están a salvo.
Fue durante aquellas “redadas” que comenzaron a surgir esos perritos falderos que, para resistir las ofensivas, disfrazaron sus negocios personales de “proyectos comunitarios” o quienes comenzaron a pactar alianzas encaminadas hacia el cooperativismo, teniendo esta variante el visto bueno del Gobierno incluso en la nueva Constitución donde “al menos” ocupan un escalón por debajo de inversores extranjeros y empresas estatales, lo cual no les asegura un futuro promisorio en tanto los devuelve al camino de la “estatalización socialista”, y otra vez al cuento de la buena pipa.
Los “cambios” en el sector privado siempre se han ido a bolina, y es que algunos le han cogido miedo a las transformaciones, tal vez porque en medio de la desmemoria y el trauma recuerdan ese pasaje de El antiguo Régimen y la Revolución, de Alexis de Tocqueville, donde este advierte que el momento más peligroso para un mal gobierno es aquel en que comienza a reformarse.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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