El escribano chivato Raúl Capote estuvo en la Feria del Libro de Caracas


LA HABANA, Cuba.- En respaldo a la dictadura de Nicolás Maduro, participó en la deslucida Feria del Libro de Caracas, además de Miguel Barnet, el escribano chivato Raúl Capote, quien presentó su más reciente bodrio, titulado Guarimbas.

En dicho libro, Capote demoniza las protestas populares contra el régimen de Maduro que, fiel a la narrativa castrista con respecto a las protestas en Cuba, las atribuye a maquinaciones del imperialismo yanqui.  

Raúl Capote fue uno de los informantes de la Seguridad del Estado infiltrados en la prensa independiente que fueron destapados en el año 2011. De todos ellos, el agente Daniel, como lo bautizaron, era el único capaz de escribir medianamente bien una oración afirmativa sencilla, sin faltas ortográficas y de concordancia. Un portento comparado con Carlos Serpa Maseira, un reportero semi-analfabeto encargado de vigilar y chivatear a las Damas de Blanco.  

A Capote, entre otros reconocimientos, lo acogieron en el periódico Granma. Pero eso a él no le bastó para calmar sus ínfulas de gran escritor, que de creer lo que cuenta, son también por culpa del imperialismo yanqui.  

Según dijo Capote en 2011, entrevistado por Enrique Ubieta para La calle del medio, “la CIA andaba desesperada buscando un escritor cubano disidente y no había en ese momento alguien que ellos pudieran presentar como un escritor disidente, una especie de Solzhenitsyn”, y por eso lo eligieron a él.

Capote, que firmaba sus artículos para CubaNet con el seudónimo Raúl Soroa y esquivaba tratar con disidentes, admitía: “Habría que tener una autosuficiencia muy grande, un ego muy grande, para creerte historias como esas que decían para adularte, que eras el mejor escritor cubano del momento, etc. Todos los escritores somos autosuficientes y nos creemos los mejores del mundo y pensamos que nuestra obra va a ser genial, pero hay que tener una medida de lo que es razonable”. 

En su caso, la medida de lo razonable no funcionó, porque de ser como lo cuenta, Capote, se creyó lo que le hicieron creer los agentes de la CIA advertidos de su vanidad: la cima, no sólo de la contrainteligencia, sino también de la literatura cubana.

En aquella entrevista, Capote aseguraba categóricamente a su entrevistador que “hay muy pocas excepciones de libros hoy que uno pueda leer con pasión”, decía que no le gustan “las críticas muchas veces fuertes de la realidad cubana y las novelas que dicen las cosas que están mal”.

Como se quejaba Capote de que hoy no se podían encontrar personajes como los de Dostoevsky, supongo que lamente que además de El idiota, el escritor ruso no haya escrito también “El informante”. 

Capote, en un intento de revivir el realismo socialista, proponía crear héroes literarios tomados de la cotidianidad, o un personaje como él mismo, que escribió un libro sobre sus experiencias de agentón del G-2 pero que lo tenía reposando hasta que los jefes de la Seguridad del Estado, si consideran que es literariamente valioso, le avisen que puede publicarlo.

Por suerte para la literatura, hay alguien, aunque sea algún jefazo de Seguridad del Estado, que le baje los humos literarios a un escritor tan presuntuoso como Capote (Raúl, no Truman). Por lo pronto, que se conforme con el viajecito a Caracas y con que le publiquen Guarimba.        





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